lunes, 2 de septiembre de 2019

LA GRADUACIÓN


Rememorando su infancia inicia Juandemaro Querales su más reciente obra La Graduación, alargue de la saga familiar que toma como hilo conductor de la narración añoranzas de la época de la defenestrada dictadura perejimenista.

 La casa patriarcal invade el microrelato con toda la fuerza gravitatoria que encierran sus imágenes, “su densa atmosfera que produce escalofríos”, según el autor, con sus “señales”, “viene a corroborar que existe una continuidad del tiempo”.
Poco a poco irá mostrando la urbe actual con su nueva fauna de indigentes pelos pintados que irrumpen la tranquilidad de la medianoche, para contarnos su travesía perenne por las oscuras calles hasta completar la jornada idílica de estar con su amada doncella.
20 poemas forman la parte poética de La Graduación. En el espacio existencial de su trajín diario el poeta va pasando revista de los avatares de la gente ante la clase política convertida en carceleros de los venezolanos.



LA GRADUACION

El general de la Guardia Nacional, había venido al acto de graduación de bachilleres de su sobrino. Lucía su uniforme de gala. Con cepillos en sus hombros. Su gorra adornada con hojas de laurel y su bastón de general de brigada.
  .
En el acto académico, el antiguo soldado raso, era el centro de las miradas y el único tema de conversación de los graduados y sus familias. Eustaquio se lo había entregado al general Eustoquio Gómez, para que lo hiciera un hombre.

Este campesino, pastor de chivos en el campo Caroreño. Fue estudiando y ascendiendo en la nueva fuerza creada por el Presidente López Contreras, hasta convertirse en el primer general del grupo armado cuya divisa es “El honor es su divisa”.  


LA INAUGURACION DEL OBELISCO

Cuando el “cochinito” Pérez Jiménez vino a inaugurar el Obelisco de Barquisimeto. Como regalo del gobierno a la capital del Estado Lara, en ocasión de estar cumpliendo 400 años de su fundación. El “gordito” de Michelena mandó de Caracas su caravana de carros negros. Viajando el por arriba en su avión llamado La Vaca Sagrada”. Mientras el dictador celebraba con la burguesía barquisimetana en el Country Club. Mi tío Juan Bautista Querales Mosquera, nos paseaba a mi y a la familia por el parque Ayacucho, en la limosina negra marca Cadillac. Carro presidencial, que me iba a imaginar que con ese detalle estaba disfrutando de forma irresponsable, de las mieles del poder.

Pegado a los vidrios del asiento trasero, veía la ciudad y a los peatones caminar hacia el monumento por la amplia avenida, también recién inaugurada. En el parque Ayacucho se  había adornado los arboles con banderas y retratos a todo color del déspota.

Esa misma limosina negra, años después fue volada por una bomba activada por control remoto al paso de la caravana presidencial, hiriendo al Presidente Betancourt en el paseo de Los Próceres y se les quemaron las manos.


LA CASA RETOMADA


Me parece imposible que haya retomada la casa de mis antepasados. Fueron cinco años de espera. Cada cierto tiempo me impacientaba por el desdén que mostraba el inquilino. Juré sacar a esa familia aunque en el intento se me fuera la vida.

La casa paterna ha recibido varias reconstrucciones. Pero nunca se ha dejado caer. Conservarla en buen estado es permanecer fiel a la memoria de mis ancestros.

La casa ejerce sobre mi, una atracción que se expresa con un dejo de misterio. Sobre cuartos y pasillos hay una densa atmosfera que produce escalofríos. En  especial la habitación más grande. Cuando estoy en su interior me traslado como la Madeleine de Proust a la infancia. Con el tío Juan que nos recibía en vacaciones y estaba pendiente de mi y de mis hermanos. Ha sido difícil olvidar a mi querido tío, fallecido antes de los 60 años. No he ido nunca al viejo cementerio de la ciudad. Quiero mantenerlo en la memoria, como era en vida. Impidiendo que la memoria corrompa lo edénico de aquella época.

Dormía recientemente en la vieja habitación, como a las dos de la mañana. Todo estaba a oscuras. Orelis dormía profundamente. Cuando la pesada puerta se cerró. Nunca he sido testigo de algo como eso. Lejos de sentir miedo. Esperando que algo como eso, rompiera el silencio acostumbrado de la vieja casa y sus rincones.

La señal de la vieja puerta, viene a corroborar que existe una continuidad en el tiempo. Saga familiar que ha permanecido durante cien años y que necesita influir sobre el último representante de la etnia, quien se vale del lenguaje como último recurso para instalarse en la tradición.


LA CALLE A OSCURAS

En estos tiempos de oscuridad, en un país donde siempre se va la luz. Debido a que la racionan por el colapso que presenta la compañía de electricidad.

Por esta causa, todas las noches cuando regreso de visitar a mi novia Orelis. Me interno en la densa oscuridad de las calles del barrio Pueblo Aparte. A tientas y a gatas recorro las casi seis cuadras que me separan de la casa en que funciona el Ateneo.

Todas las noches, cuando son las nueve de la noche. Me despido hasta el otro día a las seis de la tarde. Para emprender el recorrido de regreso a mi vieja casa de la calle Camacaro. Ya es normal que este regreso lo haga con gran nerviosismo. El asalto del que fui victima, en la placita de la virgen, frente al Mercado municipal, me provocó una paranoia. Allí me golpearon dos chamos, para quitarme mi bolso de tela de bluyin. Provocándome  heridas en piernas y brazos. Esta paranoia me hace imaginar un asalto en cada esquina y recoveco, siento que me salen unos malandros a darme golpes sin piedad. Nerviosismo que termina al llegar a la calle San Pedro. Allí me siento seguro, por que se, que en la acera de enfrente están conversando mis vecinos bebiendo café que nos regala Wilmer.

De la ciudad y su racionamiento de luz he dejado testimonio. También del  amor que siento por Orelis. De mis visitas nocturnas a su casa de la Loyola. A oscuras, siempre temiendo ser atracado en cualquier rincón del recorrido. De los tiempos en penumbras, mi amor y los habitantes de la pequeña urbe, guardaremos estos instantes explicados a través del fatalismo por el futuro que nos cayó a todos los que estamos en este laberinto.


VIVA LA PENUMBRA

A las 9 pm comienza mi calvario para regresar a mi casa. Orelis comienza a correrme a esa hora de la noche. “Un día de estos te van a matar en esa oscurana” Dice, y me despide en la puerta. El país se ha venido a pedazos. No queda nada en pie. Pareciera que una guerra civil, o un fenómeno natural como un terremoto o un tsunami. Se abalanzó sobre Venezuela. Nunca una sociedad había padecido una dictadura predadora.

Primero destruyó su base material. Después sacó a sus habitantes, quienes le huyen al tirano. En este país no hay medicinas, no hay alimentos. La inseguridad campea por sus calles y barrios. La gente se muere de mengua y de hambre. Los servicios básicos escasean, no hay agua, no hay luz.

Hoy se cumple una semana en que se fue la luz. La tiranía solo dice que se debe a un ciberataque que hizo el imperio norteamericano desde Boston y Washington.

EL REGRESO

Cuando Orelis me echa a la calle a las 9 de la noche clavada. Vengo a tientas. Llevándome las vainas por delante. En estos días tropecé  con la guaya del poste de luz de la Clínica Loyola. Después de la mentada de madre y la cabeza adolorida. Sigo mi caminata. No sin antes ir con mucho cuidado. No vaya a ser que caiga en la alcantarilla, en la calle donde tiene la frutera don Héctor.

Con el culillo de siempre, busco la luz de los carros. Los vecinos a esa hora están sentados en las aceras, interrumpiendo el paso. En la fachada de sus casas se refrescan del calor de la noche.

Quiero llegar rápido a la placita de la virgen. Mi paso por el Leteo. Al no más llegar a la calle Lìdice. Veo a la distancia a las gentes sentadas en las aceras, aprovecho el reflejo de la luz de los carros. Nada más al verlos o imaginarlos me siento seguro. Con el recorrido de hoy me siento medallista olímpico de este maratón de la muerte. En ese se ha convertido la vida de millones de venezolanos, que como yo, padezco el comunismo radical que nos aplica el déspota de Nicolás Maduro.


INDIGENTES PELO PINTADOS

Cuando llego a la placita de la virgen frente al mercado municipal. Se me acelera el pulso. Me suben los decibeles del culillo. Creo ver a los indigentes con el pelo pintado de amarillo, que se me vienen encima. Tumbándome en la acera y me golpean para quitarme el bolsito de bluyín azul. Antes de llegar a la placita de la virgen, como todas las noches a las 9 y 30, mi mente enferma imagina que voy armado con una 9 milímetro,  o un palo o mejor la botella de agua que cargo en tiempos de sequía. Pienso darles por la cabeza para despintar al pelo amarillo. Y le saco un ojo a cada malandro.  Ya voy llegando a la esquina y veo a una familia completa cogiendo fresco. Eso me tranquiliza. Como todas las noches los saludo mentalmente. Pero no responden y acelero la marcha: Consigo a Rufinita que esta agachada y me dice “camisa azul”.


EL DIA QUE CAYO LA DICTADURA

Mi papá había pasado el día en interiores de pierna. Desde que oyó la noticia por radio, que huyó Pérez Jiménez en su vaca sagrada, y que dejó olvidada una maleta con 500.000 dólares. Estuvo celebrando por las calles de Barquisimeto. Siempre en interiores manga larga.

El dròn había sido elevado en el Parque de la Iguana. Una gran muchedumbre se había concentrado en la Iglesia Corazón de Jesús  de la Loyola. Nadie recordaba una concentración tan grande. Solo la Procesión de la Chiquinquirà de Aregue los primeros de octubre mueve tanta gente.

Este pueblo tradicionalmente ha sido insensible. Nada lo conmueve. Pero hoy 23 de enero se cambiaron los papeles. Todo mundo se echo a la calle. La gente pide a gritos la salida del tirano. El pueblo esta frustrado y cansado de tanto abuso, del hambre, las enfermedades. Ese día todo el pueblo marchó y recorrió la ciudad de la seca a la meca en versos de Ramón Querales.

Día memorable, porque allí supe, que el país cambió. Que está cerca la reconquista de la libertad y la transición hacia la democracia.

EL ALUDIDO

El hombre creyó que podía amedrentarme. Quiso amenazarme desde un primer momento. El sujeto decía “ese soy yo”, solo falta que me pongas el número de cédula.

Que vaina se le presenta al escritor, cuando un lector confunde un texto literario con la diatriba. Este anónimo lector con un ejemplar de periódico, insistía que la narración se refería a él.

Lo curioso es que la novela “El gallo de las espuelas de oro” de Guillermo Morón, mucha gente se sintió aludido, argumentando que el heterónimo se estaba refiriendo a  equis persona.

Lo arrecho, es que esas personas que decían ser ellos: quemaron en una gran pira ejemplares de la novela. El Torres de la calle San Juan, fue el sitio escogido por los pirómanos. Convirtiendo el celebrado libro que nos retrata de cuerpo entero en hollín.
“Que yo soy un hombre  público”, que la gente me conoce. Qué ironía porque la gente de mi barrio, solo veían a un viejo gordo, con una camioneta que no era de él, hablándole a un poeta parecido al rebaño.



  
POEMAS DE JUANDEMARO QUERALES
SOMBRAS Y  TROPIEZOS

La vida es más que deseos
Seguir arriba de los libros
es una manera de permanecer
atado a un destino que lo marca
el amor de mi mujer

II-
Estoy arrecho, frustrado
la elite gobernante
Transformó la cuarta economía
del subcontinente latinoamericano
en un lodazal
con una población que se muere
de mengua y de hambre

III-
Leo la Biblia una vez al año
ya que busco congraciarme 
con Dios y su hijo Jesucristo
La edad senil  me lleva
a refugiarme en los monoteísmos
Acompaño a mi mujer
a la misa los fines de semana
a veces me cae la duda
de si hay una vida
después de morir
para disfrutar de la paz eterna
allá en los cielos

IV-
Pienso que el final de la tiranía
está cerca
no hay que desesperarse
tenemos veinte años en eso
de la caída de la dictadura
Nadie sabe en qué momento
esta vaina se vino al suelo
entronizándose esta fauna
de corruptos y asesinos
en Miraflores

V-
Espero que antes de fin de año
se instaure la democracia y la libertad
y regrese la diáspora
mi hijo Caupolicán  y mi hijo Raphael David
se reúnan en familia
y podamos disfrutar la ocasión
oyendo a Oscar De león y la Billo Caracas Boys
comer un pabellón criollo
Que poca cosa añoramos vivir
VI-
Leo durante el día
es lo único que tranquiliza
no creo que haya otra actividad
mas satisfactoria en este mundo
Por añadidura engarzarse en la literatura
Para  contemplar y participar
de la experiencia de transformar la realidad
en lenguaje

VII-
No concibo el mundo
sin la literatura
ni las caminata
por la pequeña urbe
sin las conversaciones diarias
con el poeta José Adán
La poesía, el caminar, el verbo
Así es la rutina cotidiana
del hacedor de lenguajes

VIII_
El viaje de la Reina de Saba a Jerusalén
con su caravana de Caballos y Elefantes
cargados de oro para conocer al Rey Salomón
no corresponden a la belleza de ébano
si no al Rey de Mali Mara Musa
Quién con su cargamento de oro
en su viaje a la Meca
desató una hiperinflación
durante varios años

IX-
A veces me siento observado
Sin estar loco
Pienso que estoy en compañía
de mis antepasados
mi Madre y mi tìo Juan
también mi Padre
Es la memoria que pugna por salir
en forma de lenguaje

X-
El que torció la historia
de esta tierra de promisión
No pensó en la tragedia
que ha representado
el que hayan emigrado
miles de compatriotas
huyendo del tirano
incluyendo a tres de mis hijos



XI-
Noches de observación del firmamento
En la bóveda celeste
En la penumbra en que se convierte
la casa de la Loyola
En la pequeña urbe
se raciona la luz eléctrica
Como un nuevo Tolomeo
busco en el espacio sideral
constelaciones, estrellas, satélites
avión de pasajeros
cuyo destino es cualquier
capital latinoamericana.

XII
Estar en una cola durante horas
para procurarse hasta lo mas mínimo
eso es lo busca la tiranía
como control social
autoritarismo que busca
por todos los medios
que nos resignemos a vivir
esta mala vida




XIII-
Quiero seguir
borroneando cuartillas
en esta soledad de mi lar propio
He venido recorriendo anillos
Que son como vidas que ya no recuerdo
Liberar y apisonar
Esa insomne memoria
Que en buena hora me la dio Dios
Como me ha servido
Para  llegar al borde y aun mas allà
de la cronología vital

XIV
No acostumbro visitar a mis muertos
en los cementerios del Estado Lara
Me da vértigo cuando leo la lapida
Que rápido vivieron su existencia
Solo aspiro llegar a la centuria
Y poder seguir en la grafía
mi aventura memoriosa
por los intersticios del destino


                                


XV
A excepción de la gran Manuelita Sáenz
todas las mujeres de don Simón el Libertador
eran feas y viejas
en opinión del ilustre historiador
Salvador de Madariaga


XVI
En el mismo cuarto
donde mi Madre pasó gran parte de su vida
para morir a los 86 años de edad
El hijo, el de la memoria febril
evoca a la mujer de sus sueños
esa morena de boca pequeña
de tamaño diminuta
que busco entre sueños
idealizándola en el jardín de las delicias


XVII
Mi morena de hablar fluido
con exactitud en la conversación
Deja que le acaricie ese cuerpo atesorado
Me le duermo en su corpiño
y le pido besitos mordelones
quiero apretarla hasta perderla
entre mis brazos
como en la letra de un viejo bolero

XVIII
Me gusta entablar largas conversaciones
con mi morena a quien le expreso
mis deseos eróticos por las noches
meciéndome en mi hamaca de colores
Deseos que se repiten a lo largo de los años
Solo se ven interrumpidos
cuando cualquiera de los dos
recuerda viejos amores idos

XIX
Este amor que siento por Orelis
Resiste las pruebas más exigentes
Lluvias torrenciales, apagones de luz
que duran una eternidad
Asalto de ladrones y agresión física
No me amilanan, ni me quiebran mi pasión
Permaneciendo a su lado
hasta el fin de la historia

XX
Solo la página en blanco
Y la memoria incandescente
Facilita la permanencia en la criba
De esta pareja enamorada
Esta lirica es la prueba fiel
Dando origen a este poemario
Que forma parte de la tradición literaria
En un país que hierve de contradicciones
Sobre el futuro inmediato





Carora, mayo de 2019




1 comentario:

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