domingo, 20 de agosto de 2017

TODO EL CANTO


COLECCIÓN POESÍA VENEZOLANA
CONTEMPORÁNEOS
República Bolivariana de Venezuela, Gobierno Bolivariano
Todo el canto
(Antología poética:
1959-1986)
© César Andrade
© Fundación Editorial El perro y la rana, 2016
Centro Simón Bolívar, Torre Norte, piso 21
El Silencio, Caracas - Venezuela.
Teléfonos: (0212) 7688300 / 7688399.
Correos electrónicos
atencionalescritorfepr@gmail.com
comunicacionesperroyrana@gmail.com
Páginas web
www.mincultura.gob.ve
www.elperroylarana.gob.ve
Redes sociales
Facebook: Editorial perro rana
Twitter: @perroyranalibro
Diseño de la colección
Emilio Gómez
Imagen de Portada
Ensamblaje “Juego y frenesí”. Roger Herrera, 2007
Transcripción: Ingrid Sánchez
Edición: Juan Carlos Torres
Corrección: Francisco Romero
Diagramación: Jairo Noriega
Hecho el Depósito de Ley
Depósito Legal lf40220168001619
ISBN 978-980-14-3484-9
Todo
el canto
(Antología poética:
1959-1986)
César Andrade
República Bolivariana de Venezuela, Gobierno Bolivariano

______________________________________________________________________________



Obraje
(1959-1976)

Desde el fondo del obraje maderero
con el anhelo del agua que se va.
Jaime Dávalos


_______________________________________________________________________________


Estación del celo

Mundo seco
Cayó el primer invierno
pero no fue tan recio
porque ya viene el sol
a resecar el suelo
regando desconsuelo
al pobre campesino
que sueña en el camino
ver su verde sembrado
hoy todo se ha secado
a causa del verano.
Yo pienso en mi familia
que padecerá hambre
si Dios no hace que cambie
el sol por gotas de agua
que regarán mi “chagua”
el nido de esperanza
de donde saldrá el pan
después de la labranza.
Pagaré penitencia
al Padre San Antonio
porque llueva en otoño
igual que en primavera
tal vez un tamunangue
un velorio, una salve
con tal de que se salve
mi espiga de maíz
compartiré contigo

lo poco que me quede
antes que desespere
en este mundo seco.
Tan solo nos da fresco
el viento cuando sopla
que se lleva mi copla
en noches estrelladas
cuando junto a mi amada
en mi viejo caney
le canto al gran jagüey
porque es el pozo de oro
que remedia la sed
hasta el cuatro sonoro
dice: “quiero beber”.
Por todo esto le pido
a mi Dios y a mi Santo
que como por encanto
haga llorar las nubes
mientras al cielo suben
las notas de mi canto.          
                                                                    1959


Cantil al Guarico en junio

Ayer caminó el verano
por la columna del cerro
rodando un sol, comisario
que abrió la reja al invierno;
al despertar de los montes
que durmieron sobre el tiempo
vino el sabor de los mangos
y el perfume del cafeto.
Dos filos de agua comparten
mitad amor, mitad pueblo,
mitad encanto de gloria
que retiene a los viajeros.
Techos grises de leyenda
nubes con piel de conejo
que van zurciendo la caña
por los tunales del viento.
Los azules camburales
y plomizos naranjeros
ven bajar burros de leña
cargados de lo que siento.
Al sombrear de los bucares
junto al par de puentes viejos
abre su abanico el agua,
cascabel de sentimiento.
El altar parece un bosque
con “cuarentenas” de fuego,

que encienden los festivales
campesinos de mi pueblo.
“Cruz de luz” cuida a Guarico
montañal de mi universo
yo, desde aquí lo vigilo
por el mirador del verso.

Junio, 1963


Lamparillas de la ausencia

Tus ojos, esos tus ojos
extraños, bellos pequeños
no hay tinte cómo escribir
si son de amor o de sueños.
Capachos adormecidos,
carboncillos y vitrales,
luciérnagas navideñas
de mis noches musicales.
Tus pupilas en la ausencia
son lamparillas lejanas
fijas quemando mixturas
con candidez de mañana.
Llevan imán tus pestañas
cual venenillo de abrojos
que en vez de besar tus labios,
prefiero besar tus ojos.

Diciembre, 1962

Tejiendo

A Nelly

Si no fuera
porque llevo
un puñal tímido
iba a tu guerra
para conquistarte
ahora mismo.
Mi alma derecha
siente una lanza
de vidrio fino
que se me expande
que se me alivia
cuando suspiro.
Mas me provoca
mi propio lazo
seguir tejiendo
con tal me lleves
como medalla
sobre tu seno.
Entre tus labios
copiando un beso
quiero pasar
tu voz de piano
escala – rosa
poder tocar.

Mientras tus dedos
tejen que tejen
hilos de hierro.
Sabe Dios quién
irá tejiendo
tus pensamientos.
Y tus caprichos
trabajadores
se van cortando
con la tijera
del largo rato
que te he quitado.
Ay quién pudiera
sobre tu boca
timbrar un beso
y hacerte un hilo
para que vayas
mi amor tejiendo.
Y si me enseñas
a tejer horas
yo te prometo
hacerte un aro
para enseñarte
a tejer versos.

Huirán de mí
minutos negros
como tu pelo
sisal moreno
que en mis ensueños
iré tejiendo.
Tejiendo siempre
siempre tejiendo.
Septiembre, 1962

Quédate con mi recuerdo

Quédate con mi recuerdo
que me llevo tu esperanza.
Mi imaginación se cansa
de seguirte contemplando
el arco de tus dos cejas
cándidas flechas me lanza
y es tu amor una balanza
entre el sí y el no oscilando.
Si mi pluma imprime celos
y amor en tus labios tersos
con la base de mis versos
lograré que no se borren.
Con fuego de mis canciones
arderé tu celosía
y tibia se hará la fría
arpa en que mi canto corre.
Los chiquillos de tu barrio
vestiré con blanco lino
tejido de algodón fino
en la niebla mañanera.
Haré una fuente del verde
suave color de tus ojos
armonizando los rojos
labios que dicen espera.
No extrañes cuando no venga
a mirarte diariamente

pues ya luces permanente
en el fuego que me abrasa
cuando vuelva a mi campiña
quemaré plumas y rosas
a la reina a la Diosa
de mi bucólica raza.
Anhelo ser el que pulse
la cuerda de tus cabellos
para cantarte con ellos
al ritmo de una romanza
pero si tu amor no llena
la calle donde me pierdo.
Quédate con mi recuerdo
que me llevo tu esperanza.
Marzo. 1963

Septembrina

Huyó el invierno
del panorama
grises los días
septiembre son.
Los montes rojos
ya se han teñido
acariciando
mi corazón.
Arquean los cerros
con la zozobra
que nunca el mundo
pudo vivir
a cada instante
tiemblan las almas
como aferradas
al porvenir.
Pero los labios
del pueblo en pena
de la esperanza
viajan a ti.
No temas niña
los “montes rojos”
fueron la clave
que ayer te di.
Octubre, 1963

Morandina

Morandina
morandina:
linda mora
que se inclina
sobre un tunal
hecho amor.
Morandina
morandina:
ánfora criolla
quemada
con la piel
de mandarina
y penetrante
alcanfor.
Morandina
morandina:
pomarrosa
granadina
dulce níspero
larense
atractiva
piedra imán.
Morandina
morandina:
brava fusa
con sordina
morena caña
espigada
de mi distrito
Morán.

Marzo, 1963


Cantil en vuelo

Van dos mariposas
volante cruceros...
El macho maniobra
la punta de un beso
la novia se esquiva
con giro ligero
dos alas cobijan
los poros del suelo.
Después él se aleja
–disimulo alado–
y en florida copa
de miel, toma un trago.
El licor camina
con paso seguro
haciendo más clara
la postal del mundo.
Vuela vuela vuela
hasta que la encuentra
ruborosa niña.
Con energía de hombre
pulsando rosales
la besa y la cubre
con alas sensuales.
Van dos mariposas
colgando del cielo
como cuatro alas
prendidas de un beso.


Agosto, 1962













Presencia de Otalia
A Blanca Cabral





























Presencia de Otalia

Flor de parcha salvaje
que aterrizara
en la rizada cerca
plena de moras
cuando las selvas
tenían coronas.
Coronas de neblina
lucen los bosques
y la parcha es fragancia
de mis amores
que toma vuelo
sobre las noches.
Flor de cactus su boca
que esconde el beso
endulzando la tuna
de los silencios
donde expiraron
todos mis versos.
Cabellera de algas
que del yacure
se deshila hasta el suelo
donde concurren
las flautas indias
de enero a octubre.
Ocumal de los Dioses
me quedé preso
esperando lo mudo
que dice un beso
cuando su onda
engendra un verso.
Flor de parcha salvaje
que aterrizara
en la rizada cerca
plena de enredos
cuando despiertes
ya estaré lejos.
Junio, 1964


Ensayo
Vuelo sobre los campos
del pensamiento
caballos vegetales
pasan corriendo.
En el sembrado
dormita el tiempo.
Otalia está en la “sala
de los espejos”
en un traje de danza
flota su cuerpo:
dulces los ríos
como los besos.
Festival de infantiles
advenimientos.
¿Cuándo lloverá el día
de ser sinceros?
Si el campo enferma
no estoy contento.
Viso los peligros
no tengas miedo
que Otalia está en la “sala
de los espejos”.
Sobre sus pasos
prolongo el vuelo.

Julio, 1964



Noche de luces

Luces de los caminos
engaño claro
espejismo ortográfico
de los sembrados
puntos las hojas
comas los tallos.
Luciérnagas de paso
nocturnos soles
inéditos poetas
contando voces
como los teatros
abriendo sobres.
Espejo de vereda
india posible
sirena de amatista
siguiendo vine
al valle – bronce
del imposible.
Luces de los senderos
falsas linternas
quieren frenar la marcha
de los poetas
pero ya izaron
alas viajeras.
Agosto, 1964



El humo de la lluvia

El humo de la lluvia
baja del techo,
inconsciente se estrella
contra el cemento.
Un piano canta
todo el invierno.
La escala a esta hora
está durmiendo
en un rincón bostezan
los instrumentos
y junio helado
recorre el pueblo.
Excitando las ramas
se encanta el viento.
Exaltada en las alas
del pensamiento
mi nave nunca
consigue puerto.
Las estrellas del agua
bajan al suelo
a formar el plantío
de verde hielo
el valle entonces
se torna espejo.
Con mi boca sellada
por el silencio
he buscado la dicha
que va en un beso:
rosa preciada
como tu seno.
El humo de la lluvia
baja del techo
inconsciente se estrella
contra el cemento
como en tu boca
mi desconsuelo.
Junio, 1964




Otalia viajera

Estrellita viajera
que por el cielo
vas marcando a tu paso
cintas de vuelo
tu luz de estaño
es brillo enfermo.
Se quebró mi esperanza
sobre el espejo
que la ilusión lustrara
por mucho tiempo:
caña sin agua
pescando besos.
El don de la mentira
–fantasma eterno–
puso en fuga las cartas
que dejó enero
rompiendo el vaso
del sentimiento.
Estrellita viajera
trenza tu vuelo
que yo, sobre las noches
soy un viajero
que ha demolido
mundos de enredo.
Estrellita viajera...
libre de nuevo.


Agosto, 1964


Onda de gracias

Soy onda clandestina
que no se cansa.
Sobre los campos nuevos
abre sus alas
mientras los niños
beben sus lágrimas.
Gracias Otalia mía,
gracias, mil gracias.
Entrega tus vitrales
a quien te ama
con tu calor
quema sus cardos.
Ya soy como el soldado
que entrega el arma
al ceder las hogueras
de la batalla
aunque pedazos
haga la patria.
Luché en todos los polos
por darte el alma
del “verso mudo” oíste
nota y palabra
por percibirlos...
Gracias Otalia.
Soy onda clandestina
que no se cansa.


Agosto, 1964



Lluvia de talco

Esta noche ha caído
de talco una llovizna.
Esta noche yo quiero
¡Oh! Soledad amiga
que con goma de luna
borres la lejanía
y ahoguemos la tristeza
en la miel de las piñas.
Esta noche ha caído
de almidón una lluvia.
Esta noche yo quiero
amiga media luna
que elabores dos gotas
de amor en cada uva
y tu voz en sordina
repita la “mazurca”
“cumpleaños feliz”.
Niña de azúcar
para tu pelo oscuro
quiero la luna.
Un querer siempre...
Olvidar nunca.

Cumpleaños de Otalia


Junio, 1964



Caroní

Anoche fue la luna
esmerilada
quemando el aire claro
con su medalla
como los faros
que copia el agua.
No comprendió la luna
–luna tan llena–
que el Caroní escribía
una tragedia
para las “tablas”
de Venezuela.
Orinoco sepulta
la inteligencia
que consumió tu hermano
de torrenteras.
“Llovizna” luto
sobre la escuela.
Caroní, serpentina
naturaleza
que por tiempo fue marco
de la belleza
ahora es teatro
de la tragedia.
Los libros han llorado
puntos y letras.
El puente del destino
el llanto mezcla
con los erizos
del agua negra.
Agosto, millonario
hoy nos condena
al dolor de los libros
y la bandera
jazmines negros
sombrías cayenas.
Esta noche la luna,
acongojada
con mantilla de nubes
cubre su cara
y un lazo negro
frena sus alas.
Ya los poetas
callan sus arpas.


Agosto, 1964



Retrato de Otalia


Sol rojo de marzo
en sus labios hay
seda la mirada
fineza de vals.
El cabello sauce.
Un rasgo de Oriente,
simulando estambre
le besa la frente.
Los brazos estaño
las manos dos aves
que vuelan despacio.
Y todo lo oculta,
mas todo lo sabe.


Marzo, 1964



Araguaneyes

Araguaneyes
que en los caneyes
largan sus gajos
color de sol.
Garzas de hielo
plumaje cielo
que acomplejaron
al algodón.
Araguaneyes
que en los jagüeyes
riegan su cobre
sobre el marfil.
“Flor amarillo”
quiero tu brillo
para las letras
de mi cantil.


Abril, 1964



Último canto a Otalia

Noche plana y propicia
libre, sin luna.
Noche de rompimiento
sobre la húbeda1
desfilan brillos
bajo la lluvia.
El reloj me aconseja
“alza tu vuelo”
deja que el musgo ocupe
tu antiguo puesto
vuelo a los valles
del rompimiento.
Espiritual mensaje
escribe el viento:
“Este mundo infinito
rueda en el tiempo”.
La rama médium
rompe el secreto.
Otalia, en tu jardín
seguir no puedo.
Plegaron los caminos
perfume intenso
mapa de auroras
con soles nuevos.


Entrega tus espigas
a quien te sueña
con quien yo te encontrara
pálidas veces
hermano zombi
tu amor merece.
Este bosque es mejor
que tus tres besos
trompetas migratorias
con paso nuevo.
Hermano yunque
hermano tiempo.
Este mundo es más puro
que mis poemas
que tu boca, tus senos
tu cabellera
más que los teatros
llenos de espera.
Un arroyo de vino
bañó en silencio
a este ciclo encantado
como tus besos.
Adiós Otalia
aquí me quedo.


Agosto, 1964







La voz de los surcos




De todos los escombros
que dejan los dolores
vienen las paisanitas
con pañuelos bordados
a secar el rocío
que entre los ojos míos
dejaron los amores.
¿No recuerdas paisana
las tareas de mi pueblo
saturadas de sol,
nubes de girasol
con macetas de eneldo?
Los lirios en el fango
parecían bocas blancas,
campanas de perfume.
Cuando en tu tierra anduve
ante tu voz catira
soñando con la vida
que en mis manos detuve.
Ven peonía de mi selva
recuéstate en mi pecho
este cofre que suena
cual cascabel herido
y que sabe, tú has sido
amor, maíz y arena.

La avanzada de monte
ha tomado el jardín
que en tu niñez plantaste
como lanza en la tierra.
Hoy solo quedan tres
o cuatro cuarentenas
como sangre regada
en un campo de guerra.
Paisana, ¿no recuerdas
las horas que pasamos
cantando un vespertino
junto a la cruz del rancho?
De mí jamás se borra
la boca que pintaste
en carmín indeleble
en la camisa blanca
del primer poemario.
Hermana. Mil muñecas
de párpados marcados
han pisado mi vida
destrozando los lazos
que pusiste en mi pecho,
destruida la esperanza
solo daño me han hecho.
Paisana, allá en el cerro
todo marchito está.
La tierra ansiosa espera
quien venga a cultivar,

pero el grito es inútil
jamás verde será.
Porque todo el paisano
que con amor araba
se marchó con un sable
a rozar la ciudad.
Los toritos de abril
bajan corneando el sol
a beber los cristales
de cuarzo cantador
y consumen el eco
de lo que el caño fue.
Hoy el agua salvaje
se fugó con la nube
que no se deja ver.
Los mustios camburales
ya no flamean sus hojas
vegetales banderas
inertes pabellones.
En la roja sabana
los pastores del sol
han teñido las plantas
con ocre y bermellón
y la rubia parcela
como cayena en flor
llora ahogada en monte
su muerto coliflor.
Ya sobre las espigas
del millo enardecido

como en otros diciembres
no vuelan los pericos.
Las carretas quebraron
sus ejes milenarios,
por la falta de verde
murieron los caballos
y el potrero encendido
luce más que tostado.
Las vacas disecadas
ya no asoman los cuernos
entre las esmeraldas
que verdeaban ayer.
Del cedro bullanguero
solo está el viejo cuerpo
como antiguo pincel.
Ya el velorio no suena
bajo el cantor bambú
antes estaba el Cristo
muerto sobre la cruz
ahora está la luz
pereciendo en la fe.
Los santos se quemaron
junto a la tradición
no se ve “mano y piedra”
el huso y el pilón.
Las máquinas reemplazan
la pala y el arado
ni se hincan los bueyes
al toque de oración.

Los surcos han gemido
lágrimas del regreso
con trozos de abandono
que la sequía sembró
cuando el Dios de los bosques
a la ciudad volaba
a embalar la cosecha
de enlatados y cajas.
Solo el cafeto inunda
con su fragancia el campo.
Los vegetales hombres
ven correr la candela
sobre el sepia del pasto.
Las serpientes crecieron
como los matorrales
entre lianas, rocas
y ramas de carbón.
Más abajo las tierras
heridas y resecas
ondulan carcomidas
en continua erosión.
Los zamuros implumes
remontaron la huida
despidiendo del aire
aquel vergel sin bridas
donde sepultó el hombre
el pilar de la vida.

Donde los ranchos caen
enfermos de verano.
¡Vuelve al monte verdor
que los surcos sedientos
te siguen esperando!
Guarico, julio, 1964



Vuelos


Reflexión
La tarde es un remanso
de gris y calma
en el flexible paso
de las muchachas
al intermedio
de las chicharras.
La libertad de un pueblo
está en la plaza.
El Libertador lleva
gloria y espada
sobre los restos
de una batalla.
La tarde se impacienta
en las bengalas
el lápiz de una nube
aún señala
el sol que apenas
traza una raya.
El silvo perfumado
llega y descansa
sobre la virgen rosa
y en una dalia
cuelga la cinta
de la esperanza.
Haciendo espacios
la tarde baja.


Octubre, 1964

Triste mirar de Fanny


La tristeza de Fanny
viene conmigo
como la enredadera
liga al camino
en el abrazo
de sus zarcillos.
La tristeza de Fanny
es como un libro
que contiene la historia
de los domingos
un cuento –rosa–
para los niños.
Su tristeza dibuja
en mis sentidos
orografías marchitas
de un pueblo antiguo
donde dos puentes
cortan el río.
Geografía de una plaza,
entre suspiros.
En la noche vedada
por los delirios
con la tristeza
de Fanny sigo.

Octubre, 1964



Vuelo sobre Guarico


Sobre un triángulo verde
vuelo contento
certamen de bucares
y de cafetos
cierran la plancha
de mi secreto.
Vuelo sobre el serrucho
de la montaña
donde crece inocente
la flor de parcha
la pomarrosa
y la titiara.
La melodía que tocan
las dos quebradas
son tubos de cristal
que a dúo estallan
como en mi cuerpo
venas hermanas.
Dos cerros fortifican
a mi Guarico
donde una madre siempre
ha padecido
el mal de ausencia
que deja un hijo.

Vuelo a los cafetales
del recordar.
Quisiera ser cadena
para abrazar
mi pueblo entero
al retornar.
El hombre sobre el surco
deja su riego
la voz de las campanas
llaman al pueblo
para que atienda
la voz del suelo.
Para Guarico
lanzo mi ruego.


Noviembre, 1964

Cancionero Otalia


Cancionero de Otalia,
páginas sueltas
que volaron estériles
por Venezuela
alas caídas
plumaje enfermo.
Ilusión infantil
como una metra
ardiente y luminosa
como una vela
–grano sembrado
sobre una piedra–.
Cancionero de Otalia
página muerta
que compuse una noche
de luna llena
luna vacía
que en mi alma pesa.



Julio, 1964


Espigas de arroz

Hay un sol brillante
en el horizonte
hay mucha alegría
en mi corazón
hay una esperanza
en los arrozales
y entre mis poemas
germinó el amor.
Hay un arpa nueva
en cada ventana.
Hay un solo acorde
entre la creación
huyó el hambre oscura
del hogar humilde
porque la cosecha
fue una bendición.
Hay un sol brillante
en el horizonte
y en los espigales
se presenta Dios.


Noviembre, 1965



Sonriendo

Sonriendo mi pena.
Cuentas de sudor
siento que me ruedan
sobre las espaldas
bajo la franela
pero ya sin alma
como tolvanera
voy cruzando el sol
sonriendo
mi pena.
Un día cuando el arte
penetre en los pueblos
y un mural inmenso
sea mi Venezuela
la lección del verso
aprenderá el niño
y estaré en los libros
sonriendo
mi pena.
Septiembre, 1964


Vuelo vesperal

Vuelo sobre las ondas
de la esperanza
hacia el mundo encantado
de tus pestañas
filtro de espinas
a tu mirada.
Tarde que vuela el gallo
de las batallas
a coordinar el hilo
de las palabras
puntos y letras
hurdiendo mallas.
Poesía de colores
amuela el frío
monitor de la noche
y los bombillos.
Rojos de incendio
mueren los nidos.
Vuelo sobre los crespos
de la esperanza
la ambición se estaciona,
cuando te alcanza
estalla el sueño:
te me haces nada.


Enero, 1964


Vuelo sobre el sembrado

Llovió. Sobre los campos
hay esperanza,
estallan las esporas
en la sabana
y en los morales
hay rosas de agua.
Cada pozo presenta
una pantalla
donde se mira un ave
sus plumas blancas
y mayo plega
sus grandes alas.
Llovió. Sobre los bosques
hay esperanza.
Un violín solitario
teje una malla
de notas graves
y notas altas.
El amor se devuelve
llega a mi alma;
la adivina escenario
y en ella canta
en pentagramas
de rosa y plata.
Llovió en las sementeras
semillas de arpa.
Una lluvia de granos
tendrá la Patria.
Ya los arados
suben el ancla.
Lluvia en los campos
fe y esperanza.

Mayo, 1965

Parque Ayacucho

Bajo el peso del aire
gimen las palmas
como canta el incendio
bajo las llamas.
Intermitentes
las horas pasan.
Sobre la antena seca
de una rama
repiquetea su canto
la paraulata
y antigua guerra
ronda la estatua.
Con los vuelos dispersos
de la batalla
increíble que el parque
tenga la calma
que hace burbujas
en la montaña.
Espero la mentira
de una muchacha.
Enredado en los besos
y en la palabra
me vuelvo inquieto
bajo su llama.
68
Bajo el aro celeste
sufre la plaza.
¡Oh parque del encuentro!
Las horas pasan
y entre mi pecho
me pesa el alma.


Septiembre, 1964

Emperatriz

Muchacha de mis vuelos
inolvidables
alas en los pistilos
y en los estambres
cantil de abejas
en los panales.
Muchacha de mis rezos
inimitables.
Recostada en el tiempo
va la tarde
hacia el verde
de los valles.
Muchacha de carmín
y azabache
no sabes la tristeza
que me invade
cuando debo
olvidarte.
Para el vuelo
nunca es tarde.


Septiembre, 1965





Bonguero del Portuguesa




Dedico al recuerdo inmortal
de mi amigo arpista,
Víctor Julio Colmenarez.




Bonguero del Portuguesa


Bonguero del Portuguesa
Víctor Julio Colmenárez
que en alas de mis cantares
va tramando una promesa
en notas del “sin tristeza”
con el arpa y el pasaje
viene lanzando un mensaje
al mapa de Venezuela.
Bonguero de la parranda
y corrientes musicales
va bordoneando fluviales
cuando la lluvia lo manda
bongo de tiples desanda
con los dedos en la brisa
para crear una sonrisa
en la pena que se agranda.
Llano ríos y chaparrales
custodian al Portuguesa
y la música no cesa
sus alegrías regionales
arpa que guía los turpiales
entre joropo y camino
para hacer un remolino
entre las cuerdas centrales.
Víctor Julio Colmenárez
bonguero de mi alegría

que en guacharaca y porfía
no hay mejor en los palmares
gallito azul de manglares
amistad, nota y franqueza
bonguero del Portuguesa
Víctor Julio Colmenárez.



La nube fatal

Ya pasó la nube verde,
pasó sembrando lamentos
dejó lagos que no son
tan bellos como el espejo,
lagunas de llanto y luna
donde se repite el cielo,
ese cielo que tristeza
le pone color de muerto.
Allá donde va la nube,
langosta de sufrimiento
hay un Tocuyo tendido
hay un Tocuyo desierto
allá donde hay tuna y buche
escobillas y mastuerzo
hay un Tocuyo marchito
como hojas de un libro viejo.
Allá donde canta el chivo
lo que aprendió del becerro
donde las aguas de lluvia
duelen más que un cañoneo
la nota bella la pone
la floración del “cabrero”.
Allá donde la muchacha
siente florecer el seno
y una mañana amanece
con dos rosas en el pecho
allá donde el hombre dobla
su silueta sobre el suelo
para exprimir de los surcos
el pan de sus pequeñuelos.
Donde amarilla la tara
de su flor de bronce nuevo
hay un Tocuyo sombrío
hay un Tocuyo gimiendo
no tan alegre y festivo
como lo pintan en versos.
Hay escombros mis hermanos
en la tristeza del pueblo.
Por allá pasó la nube,
la nube de sufrimientos
donde canta la nubira
con su primo el horihuelo
donde escolla la muncena
y el palmiche montañero
donde mueren los yacures
deshojados por el fuego
cuando no viene la plaga
que inunda el barrio en invierno.
Por allí pasa la nube
la que “te venía diciendo”
la que aplasta los sembrados
y arrasa los semilleros:
nube extraña y desdichada
que quiere domar un pueblo,
pueblo que aprendió a vivir
a punta de sufrimiento.
Esto quiero que lo sepas
hermano portugueseño
tú que le cantas al llano
con ese amor en el pecho,
con ese corazón de arpa
con ese sol en el verso.
Esta nube azota a Lara
la “Tierra del sol primero”
donde quiero ver sin nubes
el aire que tanto quiero.


1967




Gladys

Ojos verdes esperanza
del estado Portuguesa.
Verde arrozal espigado
como el agricultor sueña
alma graciosa y pequeña
como mi verso indeciso
como florecida bora
en el manantial dormido.
Arpa que presta el sonido
al arco de la llanura
cuando el amor se hace flecha
contra la palabra “nunca”.
Cuatro que pulsa la duda
en el festival sencillo
cuando canta la esperanza
al zig-zag de los caminos.
Teatro –Ateneo– campesinos
–el caney en la parranda–
y el verde de aquellos ojos
espejismo de sabana.
Bandolina provinciana
que tienes para mi suelo
lo que hay de pan en la espiga
como en los libros, de espejo.


Araure, 1966



Los pastos en flor

A Magda Prato.


Cielo de verano
puerta de diciembre
junto al Portuguesa
los pastos en flor
abrieron las moras
sus blancos racimos
y su lente nuevo
ha estrenado el sol.
Sopla el azulejo
navideña flauta
y Acarigua tiene
festival de amor
regresan las nubes
de aves migratorias
llevando una espiga
en vez de una flor.
Pasan por Araure
los Reyes cargados
con los instrumentos
para el Niño Dios
hay un villancico
en todas las almas
y en el Portuguesa
los pastos en flor.


1966


Tocuyana


Emperatriz Colmenarez
flor de níspero larense
árbol de luces y cantos
que en navidad reverdece
arco iris bautizado
con el pincel de los niños
oro rociado de luna
sobre los campos dormidos.
Luna que te quedas sola
conversando con el libro
porque al vuelo de los días
nos olvidan los amigos.
Emperatriz Colmenarez
flauta que toca el futuro
cuando mil cristales bajan
cantando en el río Tocuyo.
Emperatriz tocuyana
golondrina que regresa
mitad jardín, mitad cinta
mitad sol, mitad cayena.
Emperatriz Colmenarez
nota de cuatro larense
ángel de aluminio oscuro
en el cielo de diciembre.

Araure, 1966


Acuario

Hay un solo de chicharras
en esta tarde preciosa
y una alegría que retoza
al toque de las guitarras
la pena salta las barras
y un río de amor se desborda
mientras el sol cae y borda,
la noche muestra sus garras.
Llegan las noches de esmero
de dicha son y esperanza
y el hombre va en la labranza
aclarando el cancionero
a la entrada de febrero
el arado va cantando
porque ya está germinando
la semilla en el vivero.


1966

Aquí termina el llano

Aquí termina el llano
y empieza la montaña.
Bienvenida neblina
adiós verde sabana.
Saliendo de Barinas
se aleja la tonada
camino de los Andes
se estira la mañana.
La brisa va punteando
filamentos del alba
a veces se hace ruido
a veces se hace flauta
en los peines del tiempo
o en la bandera izada
que nos saca a su paso
la patriótica palma.
Molinera, aquí estoy
con más voces que un arpa
tu recuerdo me sigue
Molinera del alma
como aquel libro viejo
de amarillentas páginas
que va prendido en mí
como una cinta blanca.
Ya quisiera escaparme
de esa franja dorada
que sigue mis caminos
como valiosa gracia
cuando creo olvidarte
en vuelos de muchacha
tu recuerdo se impone
y me toma ventaja.
Con tu acento quería
cantarle a la montaña
con su orquídea, su rosa
ajenjo y mejorana
tú te me haces amor
pensamiento y palabra:
aquí termina el llano
y empieza la montaña.

Barinas, 1966


Como nunca Portuguesa

Por ti me puse a cantar
como nunca había cantado
camino del Portuguesa
occidente de los llanos
rincón recio y milagroso
donde conoce el poeta
el amor de “tierra llana”
corazón de Venezuela.
Donde se conoce el arco
que tiene el arpa llanera
y acompaña los cantares
la Virgen de la Corteza.
Donde rosarios de garzas
se bañan en Las Marías
y brilla el algodonal
bajo las nubes de tiza.
Por ti me puse a cantar
como nunca había cantado.
Arlex Cecilia Bustillos,
me gustas como tu llano.


Acarigua, 1966


La llave de los caminos


Con este baño se te abrirán
todos los caminos.
Chela Garrido




Rosa de los cinco rumbos

Rosa de los cinco rumbos
fuente de todos los vientos
llave de las estaciones:
caminito del silencio.
Mi madre arranca rubíes
de los rojos cafetales
ella, la dueña absoluta
de mi mapa, de mis valles.
Lámparas de carretera
fueron tus ojos amenos
moneditas que llenaron
la bolsa de mis recuerdos.
Toma mi libro Floralix
cuídalo como tu seno,
cofre que guarda las dunas
de un ondulado misterio.
El cielo es un mar de gases
donde bogan los luceros
yo vi el mástil de una estrella
que abatida ancló en el cerro.
Hay un recuerdo quemado
en cada rosa marchita
y en cada botón de rosa
hay una flor escondida.

El cacique Guaicaipuro
probando su fuerza ruda
con un potente arcoiris
clavó una flecha en la luna.
Dos árboles de perfume
se desgajan en la plaza
y en cálices de zumbido
las abejas se emborrachan.
Cuando los gallos de noche
resquebrajan el silencio
pasan perfumes tocando
la flauta de los recuerdos.
La sonrisa que me brindan
inesperadas muchachas
son lagunillas de azúcar
en la sequedad de mi alma.
Cuando se abran los caminos
bajo los pliegos del cielo
saltando puntos y comas
nos iremos libro adentro.
Anazul se está bañando
en una fuente de espuma...
Los espíritus se asoman
para mirarla desnuda.



Botellas azules



(París, 1968)



Globo

Y al regreso
como siempre triste
me miré en el metal
y en mis ojos había
una calle con paraguas.
Debía ser la época
de las ilustraciones
a todo color.
Entonces...
Yo continuaba perdido
en la falsa profundidad
de los espejos.


París, 1968


Botellas azules

Después de la espera
llegó.
Amanecí perfumado a geranio
y cada nueva luz
se hacía
una botella azul.
Aquella misma noche.
La noche que corrimos
descalzos por la calle
el problema de mis ojos
se hizo presente.
En la mañana muda
desperté entre idiomas
mientras hacían selección
y el teléfono hablaba
de no se qué libro.
La segunda Ella
apareció con un largo traje
y su rostro tenía
la huella
de los poemas olvidados.
“Con el pensamiento
me perdía
en la falsa dimensión
de los espejos”.

Una gitana
leía algo en mis manos
y en aquella hora
de bibliotecas
cada mano era un libro.
Tímidamente el sol
se repetía
en cada botella azul.
Gitanas botellas
quenas, guitarras
idiomas.
Todo llegaba a pesar
de mi boca muda.
“Después de todo
yo parecía gitano
y en mi piel –dijo ella–
había un mundo de caminos.
Ahora el sol caía
en hilos de esperanza
mientras todo regresaba
a las botellas azules.
París, 1968



Dos soles

Yo tenía muchos libros,
dormía sobre los libros
mientras se colaba
una luz blanca y débil
como música indígena.
El sol seguía creciendo
y multiplicándose
en burbujas azules.
“Eres un sol”
–decía ella–
“un sol mudo”
pensaba yo.
El sonido murió
en una cuerda rota
pero la segunda Ella
revivía
las escalas enfermas.
Los girasoles
puestos a morir
deliraban sobre la mesa
junto a los globos azules.
Girasol se negaba
a volar.
Entonces
la imaginación
se hacía pájaro
para ir sobre mares
con islas, botes
y velas negras.
A pesar del silencio
de la palabra muda
dos soles crecían
en mí.


París, 1968

Historietas

A veces, amor
oigo tus historias.
“Cosas que desaparecieron
en las páginas del tiempo...
Distancia”.
Creímos
lo mejor.
Paseos
amor
y dos soles permanentes
y tibios.
Años de brillo y luz
como ventanales
de verano.
Presencia del recuerdo
en la revelación
de la dicha infinita.
Mas hoy
siento una gran tristeza
por mis horas perdidas.


París, 1969



El tren

Y al volver,
como siempre triste
por la vía sembrada
de hierro
me sentí regresar.
Con las esperanzas
puestas en la nada.
Acá
el mismo camino de agua
el mismo paisaje
de hierro anaranjado
y el frío creciendo
cada día
como el vacío interno.
Allá
el mismo grupo de árboles
desnudos, huyendo al tiempo,
al tren
y a la misma nostalgia
que nos hace perder.
Y al regreso
como siempre triste
en la misma vía
sembrada de hierros
y color
comprendí mi equivocación.

1969



Luciola
(París, 1969-1970)




Luciola

Hace días
Luciola se propuso
hacer un viaje
confiada en sus alas.
Luciola,
el insecto de luz
pasará el otoño
y el invierno
en un país distinto
al de su origen.
Nació en Provence
en un bosque de cañas,
cerca de Tabernes.
Allí pasó su vida
bajo el sol del Verano
y las tibias noches.
En la vendimia
se ocultaba
entre las plantas
cercanas
para observar
los trabajadores
que recogían la uva.
Cuando el viñedo
quedaba solo
se acercaba
y aprovechaba
de tomar vino natural.
En el espacio
millones de astros
imitaban su luz.
“No hay que temer
son los hermanos
que han volado
y han quedado
para siempre
con su luz fija
en lo alto.
Cuando emprendió
su viaje
a través de los campos
ya los bosques
estaban teñidos
de rojo.
Los terrenos
estaban labrados
mientras el maizal
presentía el invierno.
Entre la vegetación
amarilla

solo el pino
se conservaba
intacto.
El estanque circular
absorbía
las luces escapadas.
Voló toda la noche
a través de los campos
estrellados:
“Son mis hermanos...”
Según lo que había
leído
a su familia
se le llamaba
“cocuyo”
“luciérnaga”
“candelilla”
Luciola
ama la libertad
habla varios idiomas
canta y lee.
Quiere mucho
sus arcos de piedra
sus matorrales
salpicados de color
las colinas
y el romero.

Admira los pueblos
construidos
en lo alto
del cerro,
las torres,
el valle,
los paisanos
y las carretas.
A veces oye cantos
sin dueño.
No le gusta
el campo en llamas
ni reír
ante el dolor ajeno.
Junto a las cañas
soñaba con sembrados
molinos y naranjales.
Allá
el mar
salpicado
de manchas
blancas.
Ciudades
brillando
bajo el sol eterno.
Nubes de pájaros
que huyen

al cambio
de estación.
La sabana dorada
bajo la curva
del cielo.
Cuando se desprendió
del suelo amado
algo se le detuvo
en el pecho.
Sus alas
no podían estacionarse
ante su carreta de niños.
La tarde
le trajo un alivio
y la noche
le mostró
sus hermanos
sonrientes.
En su transparencia
se sintió
dueña
y se lanzó
hacia las posibilidades.
Descansando
en el matorral
un gallo le trajo
sus tiempos
de niña.

Su padre
la sacaba
a los bosques
de adormideras.
Había una claridad
en todo,
volvía a oír
el canto anónimo
mientras los niños
volaban
entre muncenas
y escobillas.
En Navidad
admiraba
las luces
y los cantos
de la aldea.
Era cuando su padre
le hablaba
de las posibilidades
de la luz.
A medida
que se aleja
el mar
el tiempo
se hace menos tibio.

Cuando haya llegado
los árboles
no tendrán hojas
y el suelo
estará húmedo.

Pueblos hermanos
(1972-1973)


Pueblos hermanos


Chichina.

Hoy volviste al todo
indispensable
como el positivo
de los encuentros primarios.
De nuevo tú
en la hora de las hojas
y los niños.
Soles del viaje
entre la sed de los pasados
y mi rayo
que apenas entiendes.
Ante el paraguas y las aves
el recuerdo incandescente
volvió a su nivel.
Ya los bosques
entregan su cosecha
al tiempo, lanzando
su llamado.
Las olvidanzas son ciertas
en el silencio que se mide
entre tu reino y el mío.
Separación
de siglos-espejo
perdida en tu oficio

–corredora de años–
y encadenamientos.
Solo tu distancia
aproxima la sombra.
Hoy regresaste
al rayo sobre los ojos
la noche impresionada
de sentidos
sorpresa inútil
por la que sostenemos
y alimentamos
los ríos clandestinos
que gritan
bajo los pueblos
hermanos.
Octubre, 1972

Luces de la tarde

Caída la tarde
habrá necesidad
de encender luces
y cerrar ventanas.
Sombra de haber perdido.
Seguiría
el sonido de siempre.
A esta hora
habrían aniversarios
por todo el ventanal.
Regresaría la primavera
y la necesidad
de encender
todas las luces
posibles.
París, 1971

Medio camino

Si renunciara a ti
a tu luz
a tus ojos
cortaría un camino
cerraría una senda.
Sería
caminante extraviado
entre tú
y la distancia.
Esa distancia
que puedes reducir
a la nada.
Aquella hora
habría lucha
sombras y regresos.
Si renuncio
perderé mi camino
y tu luz.

Papeles del héroe
(1973)


Hermana,
te hago entrega
de estos papeles
encontrados
en el bolso del Héroe
la tarde de su caída,
entre la peña y el río.






Canto permanente

Esquema de los cantos perdidos
en el piano intacto
de la montaña virgen.
Es como ese volver al origen
sueños de la niña que pregunta
frente a la imponencia
de las mesas antiguas
donde los sacrificios
dejaron manuscritos
de la raza sangrante
en las piedras y en la corteza
de los siglos.
Espera de los árboles
con su cosecha de pájaros
en los ojos nuevos de Inés
y el canto permanente que te aguarda
más allá de las ventanas sonoras
de la lluvia.
Espejos y diamantes
de la Patria lejana,
costumbre de los niños
dibujar sobre el agua
para que broten flores
a orillas de los sueños.

Imágenes y preguntas de la tarde
sumadas a ella que sigue
como llama y coronas.
Abrazo incandescente
del recuerdo viajero
vuelo que no descansa
a través de los tiempos.
Ya volvieron los hombres
a quemar sus cultivos de campos
bajo el sol y el dominio
primario de los ríos.
El rostro de la noche
con todos sus dibujos
y esa ansiedad creciente
de los años vencidos.

Gentilly, 1973


Los ojos bajo el rayo


Contaban que pasaba
un río subterráneo
y un camino sin dueño
junto al árbol enfermo.
Brotaban los piñones de las flores
y sentía dolores la tierra del arco.
La tarde en que las manchas
quedaron ancladas y cercadas
como el héroe sin armas,
junto a un lazo de gritos
fue la repercusión de edades
junto al respetable pozo.
Una noche el invierno
penetró en la tierra
y llegó hasta la cuna del río,
hablaron de cartas y de viajes
como la noche de los ojos maravillosos
bajo el rayo, esas historias
donde hay dos: agua y río.
Una tarde bajo al ocumal, descalzos
los montes nos habían desnudado,
la lluvia nos había lavado
y estábamos cubiertos por la plantación
de pájaros, en el cielo empezaron
a girar tres soles
y el héroe dijo “no me hacen gracia”
lejos pasó también

la ciudad con su escándalo
y su angustia infinita.
Eran otros tiempos.
Cerca de Semana Santa
abrieron las campanillas silvestres
junto al árbol que aliviaba
el dolor de las hambres
hasta que encontramos
la cruz de cien caminos.
Uno solo era el nuestro
aquella tarde, antes que el amigo
cayera muerto al agua
tuvimos que comernos
la última lagartija
que cantaba sobre la peña.


Semilla inicial

Le cortaron el agua
el pan, los compañeros
pero no le arrancaron
la idea plantada
como la misma llama
que destruye el cerro.
Nosotros en cambio
después del cruce a pie
les cortamos el puente
hundiéndose en el río
de rayas y pirañas;
al venírsenos la tarde
con sus crespos de nube
ya la lucha había dado
su semilla inicial.

Hermana

Hermana
en esta tarde
se revela mi canto
en las manchas que dejo
en esta soledad.
Espera la cosecha
de piñas salvajes,
ya están germinando
las semillas de acero
en el costado izquierdo
de tu escuela.
Del árbol podado
retoñan nuevas hojas:
se acerca la estación
“el Héroe no ha muerto”
dijeron los paisanos
que lo vieron
volar sobre las cumbres
en un caballo azul.
En su bolso encontré
esta flor de papeles
de la cual te hago entrega.


Mayo, 1973




En diamante
(París, 1986)




Después de tanta espera
pasamos varias noches
en diamante.
C. A., 1990


Diamante

En un momento
las estrellas dibujadas
tendrán un mismo eje
por guía
en su viaje, camino
a otros espacios.
Espacios habitados
por el tiempo.
Dios de los siglos
padre de los hombres
que se vuelve diamante
en los altares.



Ilustración


Había una casa
rodeada de flores
de naranjo
el niño dormía
entre los azahares.
Era el tiempo
de las mariposas de luz
–que atraviesan las puertas–
cuando de mi frente
nacían varios caminos.
(Inés-César)

De los mares

Espero tu voz
que vendrá de los mares.
Es la tarde de sol
y como ayer
en las ciudades blancas
Siento dos vacíos.
Junto al hilo
espero y pienso
en qué labor
estarás enredada.
Sobre un libro
–no mío–
te escribo:
mi llegada ha sido
fiesta, canto y sonrisas
solamente me faltas...
siento necesidad
de tomar el camino
que por mares me lleva
donde canta tu voz.

Caracas, 1976



Racimo de glicina


El glorioso día
de todos tus regresos
pondré una cinta roja
a la cortina,
encenderemos luces
en plena tarde
y el cielo cambiará
de tonos y vestido.
Volverán los geranios
a cantar sus colores
en balcones
y ventanas.
El corazón sentirá
crecer las nuevas hojas
en los árboles
y tú estarás presente
en cada rosa,
en cada lila
y en cada racimo
de glicina.



Ness


Ven
en tus momentos
de paz y gloria.
Ven con tus dudas
y tu encanto.
Ven
cuando la suerte
te haya jugado
la mala carta.
Ven
sola o acompañada
con pájaros
flores o libros.
Ven
aquí a mi lado
siempre te espera
tu rinconcito.
Courbevoi, 21 de junio, 1988




Concierto de amor

Ven que sin ti
aún me siento ausente.

Ven cuando el sol
se dore y las espigas
giren en una danza
y los cerezos
coronen tu regreso
“dulce quimera”.
Ven con los nuevos lirios
en el mes de María
cuando los bucarales
estén rojos de cantos
y sientas tu sonrisa
florecer.
Vendrás cuando los niños
ya no tiemblen de invierno
y en las ramas
aparezca el milagro
de las hojas dormidas.
Ven cuando el cielo
estrene un arcoiris
y en el nido
retoñen nuevas alas.
Ven cuando en el jardín
se coloren las diosas
con el tinte azulado
de la luz esperada.

Ven cuando los arados
regresen a los surcos
y el hombre vuelva a ser
su propio dueño.
Ven a la coronación
del tiempo prometido
y cantaremos juntos
un concierto de amor.
París, 1989


Cumpleamor

Vendrás de orquídeas,
de rosas y yonquilles
cortadas en el palmo
de tierra reencontrada.
Vendrás
con el pecho en corolas
como marzo
cuando se aventura
a salir victorioso
del invierno.
Y qué decir de mayo,
tiempo de florecer
antes de fecha
sembrar estrellas
al pie del árbol
dormido hace meses.
Mira el resucitar
del polen y la savia
en todos los ramajes;
los pájaros, los lirios
las chicas y el amor.
Ven con orquídeas
el día del Cumpleamor
3, 1990



Entre páginas

Se va la sombra
primavera canta
en la luz verde
que filtran
las ramas.
Oigo trinar el mirlo
en el follaje
y los pájaros nuevos
en el alma.
Abro un libro
y me encuentro
el poeta caído.
Caído
en el sendero
de su casa.
Abro el libro
y leo
versos
de la esperanza
París, 1989


Cachimbo

El día de tu realización
compraré una pipa
marcando el inicio
de la celebración.
Iremos a la capilla circular
a bautizar el hijo
en el altar
florecido de blanco y amarillo
en el parque picotearán
mirlos y gorriones
al son de trompetas y clarines
de mayo
se librarán los hombres
en una fiesta
y por la noche
encenderé la pipa
en un solo diamante.
Mayo, 1990



Tarde dorada de sol

Tarde dorada de sol,
junio en el mapa
equivocado el cielo
aclaró a contratiempo
primavera florece
en faldas y sonrisas
traídas por los pájaros
a fuerza de regresos.
Millonaria de rosas
la ciudad de tu pecho
expone los veranos
atrasados del trigo.
Parece que alegría
inaugurara huertos
donde crecen los cuadros
los libros y las rosas.
Hija de los claveles
forjados en talleres
donde canta el martillo
a la voz de los yunques.
Los hombres fabricando
caminos sin salida
en la tarde dorada
que se anostalgia.
París, junio 1986

Venid por los caminos

Venid por los caminos
entre rayos de sol
en luz sobre la tierra
haciendo germinar
la sagrada semilla
de tu verbo profundo
que iluminará el mundo
del inicio al final.
Sembrado sin fronteras
te espera cosechado
escoge las primicias
para tu primer pan
haz que crezca la avena
el trigo y el centeno
en lomas y desiertos
comarca y vecindad.
Ver madurar las uvas
como en tu libro santo
el poeta te canta
con guitarra triunfal.
Venid por los caminos
hoy te necesitamos
en el mundo erizado
de fuego y de maldad.

Encadena al malvado
imperios y riquezas,
sus piñales, su oro
sus monedas, su mal
ven convertido en lluvia
fina sobre la siembra
y al hombre encadenado
dale su libertad.
Venid por los caminos
en bandera arco iris
cantando en las espigas
de tu aurora triunfal.



Guarico Lara

En mi pueblo
–quebrada, se diría–
cortada por dos puentes;
bajo ellos corre el agua
cristalina
pero poco profunda
como en los primeros días
de la creación.
En cierto día del año
a lo largo de su corriente
aleteá
con gracia de mujer
una mariposa azul.
El sol filtra los rayos
a través de ramajes
y en un fresco rincón
canta el pájaro sin nombre.
París, 1983



El árbol de tu noche

Caída la luz
sobre la noche escogida;
encantada, te fuiste
con los ojos
puestos en azul.
Viviste mi río
–mi Padre Río
nacido en el punto uno
donde se bautizó
el héroe–.
Viniste como promesa
llenando mi espacio
y entre la sombra-luz
me brindaste
estrellas y diamantes.
Como en conocidas historias,
el pájaro anónimo
cantó tu padecer
viendo crecer el río.
El árbol de tu casa
volvió a cantar
en flores
y en la noche
de cielos diferentes
«nos llenamos
las manos de luceros».
Deaux , 1984

Árboles hermanos

Cuando naciste
plantaron un árbol
frente al ventanal
de tu casa.
El árbol trazó
el arco de tus años
y tu edad,
tendrá tu árbol
hasta el fin
de los tiempos.
He visto florecer
el árbol de tu vida;
he tomado sus flores
en mis manos.
Yo también –como tú–
tengo un árbol
en el parque vecino.
Fue sembrado,
el día de libertad,
por manos extranjeras.
El día que por tu calle
pasaron las banderas
cantando la victoria,
yo nacía con mi árbol.

Hoy tu árbol
tiene tu edad
como el mío
tiene mis años.


París, 27 septiembre, 1984


Día del no-vuelta

Para verla alejarse
construí una ventana
de piedra transparente
para verla perderse.
En los días de no-vuelta
preparé mis dos alas
como para dos vuelos.
Mirándola en un viaje
consulté
la permanente angustia
de mis gastados sueños
y qué de universal decían.
Tardes de larga espera,
verla irse perdiendo
entre nubes de humo
surgido del fondo
del invierno
con nieve y todo.
Cuando nos vemos solos
con ella en esta tarde
luego de haber dejado
la nada de sus ojos;
la nostalgia nos llega
y el canto se reduce
a lecturas y salmos.
París, 1984




Los versos en tus ojos

He leído
los versos en tus ojos
azules, los lejanos
pensamientos
palpitares del pecho
del invierno.
Me asomo a tu ventana
donde tu árbol
ha dejado la luz
de los veranos.
Entro en tu casa
llena de azahares
y al tocar tu piel
enamorado
se me llenan las manos
de luceros.
16 de enero, 1984



Álbum de luz

Eres bella
como un libro,
una flor
o la llama azul
que anuncia
el dominio del alba.
Eres mi libro,
diminuta luciérnaga
candelilla alumbrando
el arco de mis sueños.
Amanece en tus ojos
la aurora prometida;
vendrá borrando sombras
y quedará brillando
en los ramos de luz
de tu capilla.
Eres álbum de luz
en mi poema.

Marzo, 1985




Orientalia

Recuerdo que volamos
a una ciudad de oriente
toda blanca
con sus casas de arena
color nieve.
Era el tiempo
de los jazmineros
las muchachas pasaban
vestidas de amarillo.
Mientras los hombres
de color oscuro
habían desviado
el curso
del único río:
sobre su antiguo lecho
diseñaron un parque
y en las ruinas
de una vieja prisión
fundaron la cultura
de palmiches y dátiles.

Gandia, 1985



Bosques de luces

Ayer atardeciendo
entré en el bosque
alumbrado por recuerdos
y esperanzas.
Era tiempo de tomarse
los ojos en la ausencia.
Por la ventana,
frente al árbol desnudo
de otoños
se llenaron tus ojos
del azul mar cercano,
del cielo y de las glorias.
Caminos ya borrados
por la sombra
me dijeron “venir”
y obedeciendo vine
a verte una vez más
en tu jardín de nieves
y reflejos de magia
escapados del circo
y del verano.


París, 1 de enero, 1985


Vendrás en el silencio

Vendrás en el silencio de la tarde
dejado entre adioses y abandonos.
Vendrás como poema inesperado
en las velas de barcos
de otros mares.
Aunque los soles huyan de tu puerta
y en tu ventana se desnude el día,
vendrás con la ternura que ha esperado
el viejo caminante de los tiempos
idos y por venir.
Así cuando me alejo soy pretexto
de volver a tu casa floreciendo
entre caricias rosas y esperanzas
trayendo fiesta a tus soledades.
Como vienes, venimos enlazados
y llegamos quedando
en una espera
de volvernos a ver
en la mañana.

10 de enero, 1985



Esta noche a las once

Esta noche a las once
cuando inicies tu vuelo
me acordaré de ti.
Por los bordes del pueblo
yo me iré repitiendo
entre las guitarreadas
del otoño.
Ahora me dirijo
al extremo de un túnel
cada vez más estrecho;
tú bien conoces
estos pasos sin salida
porque juntos
encontramos una.
Yo sé que a esta hora
tendrás el corazón
en esa extraña fiesta
que antecede los viajes.
Esta noche a las once
compartiremos
ese dulce temor
de los caminos.
Hoy tú,
mañana yo,
luego juntos.
París, 5 de septiembre, 1985

Noche vieja
Después de la gran fiesta
en un río de champaña
me acosté
y comencé a volar
por toda la pieza.
Decidí regresar,
me levanté de nuevo
giré en otros ambientes
y cuando me dispuse
a recoger los sueños,
más allá de mis ojos
vi un girasol dorado
como encendida rosa
con llamas de carmín.
En mi contemplación
entré en un túnel azul
que cada vez se hizo
oscuro como el mal.

Marzo, 1985


Sombra azul

¿Qué haces ahora
hermana peregrina...
Bajo aquel sol
que inclemente
te abraza?
Como me abracé yo
un día a tu esperanza
¿Qué haces ahora
extraña y bella hermana?
¿Tejes o bordas,
acomodas los libros
o simplemente
has limpiado tu casa?
¿Qué haces ahora
tan sola sin mi sombra,
mi sombra azul
que un día cubrió
tu nombre?
En mi querencia
palpita tu recuerdo
y sigue viva
la línea de esperanza.
En tu jardín
crecen aún las dalias
o las bromelias
llegan a tu ventana

como me abracé yo
un día a tu esperanza?
¿Qué haces ahora
extraña y bella hermana?



Por tu carta

Por ir al pueblo
a poner tu carta
atravesé hogueras
y cascadas de fuego
al paso rítmico
aconsejado
por los metrónomos.
Ayer vino la luna
–la grandota–
que hace ladrar los perros
bailar las muchachas
inflar los mares
y destablillar los barcos.
De regreso encontré
los almendros en flor
como tu pecho
tu boca y tus palabras
girasol reservado
a todos mis veranos.
Alfaz, agosto, 1986



Plaza de armas

Casi estamos llegando
ya la guitarra suena
por ti
en la noche de calles
con hielo.
El cielo se derrama
en papelillo blanco
como nuevo milagro
natural.
Pensar que ese algodón
que envuelve las casas
y los bosques
con sus hombres,
es agua en otro estado.
Estamos llegando
y un día –primavera tal vez–
manifestaremos
como la nieve
sobre la Plaza de Armas
Febrero, 1986

_________________________________________________________________________________

ÍND ICE
Obraje (1959-1976)
Estación del celo
Mundo seco
Cantil al Guarico en junio
Lamparillas de la ausencia
Tejiendo
Quédate con mi recuerdo
Septembrina
Morandina
Cantil en vuelo
Presencia de Otalia
Presencia de Otalia
Ensayo
Noche de luces
El humo de la lluvia
Otalia viajera
Onda de gracias
Lluvia de talco
Caroní
Retrato de Otalia
Araguaneyes
Último canto a Otalia
La voz de los surcos
[De todos los escombros]
Vuelos
Reflexión
Triste mirar de Fanny
Vuelo sobre Guarico
Cancionero Otalia
Espigas de arroz
Sonriendo
Vuelo vesperal
Vuelo sobre el sembrado
Parque Ayacucho
Emperatriz
Bonguero del Portuguesa
Bonguero del Portuguesa
La nube fatal
Gladys
Los pastos en flor
Tocuyana
Acuario
Aquí termina el llano
Como nunca Portuguesa
La llave de los caminos
Rosa de los cinco rumbos
Botellas azules (París, 1968)
Globo
Botellas azules
Dos soles
Historietas
El tren
Luciola (París, 1969-1970)
Luciola 105
Pueblos hermanos (1972-1973)
Pueblos hermanos
Luces de la tarde
Medio camino
Papeles del héroe (1973)
Canto permanente
Los ojos bajo el rayo
Semilla inicial
Hermana
En diamante (París, 1986)
Diamante
Ilustración
De los mares
Racimo de glicina
Ness
Concierto de amor
Cumpleamor
Entre páginas
Cachimbo
Tarde dorada de sol
Venid por los caminos
Guarico Lara
El árbol de tu noche
Árboles hermanos
Día del no-vuelta
Los versos en tus ojos
Álbum de luz
Orientalia
Bosques de luces
Vendrás en el silencio
Esta noche a las once
Noche vieja
Sombra azul
Por tu carta
Plaza de armas


Edición digital
ju􀁌io de 2016
Caracas - Venezuela.