viernes, 13 de marzo de 2020

EXTINCIÓN






EXTINCIÓN
Juandemaro Querales
(Narrativa)

Ediciones ESPADA ROTA

Portada Alberto Guzmán.
Las ilustraciones pertenecen al libro “Repertorio de los Tiempos”
Edición de 1.546.

Ediciones La Espada Rota
Impreso en Caracas en Mayo
De 1.988- Venezuela.



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Esta libreta ha sido abierta para dejar consignados unos eventos que el autor considera debieran vertirse al lenguaje literario, trascendiendo así el simple recuerdo de vulgar accidente en que una pareja busca consolidarse entre los rincones de una ciudad.






















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EXTINTO








Solo como vine
Íngrimo como voy
me gustaría pensar que muero
a causa de mis versos.  




Cuando tú y yo vamos al supermercado no puedo contener la emoción de llenarnos de harinas, pastas, carnes, enlatados, quesos y galletas. Porque los insumos son algo así como la oportunidad de maravillarnos de cómo los alimentos adquieren aquellos olores tan agradables a nuestras narices, abriendo nuevamente las conversaciones amorosas que culminan en el estrechamiento repetido de nuestros cuerpos.
Cuando tú abres la página del Manual de cocina de Scanone, donde la receta para cocinar el pollo salta a la vista instantáneamente, pienso que sudores, jadeos, aprehensiones y largos viajes, no son la repetición de ningún hecho vivido anteriormente, sino la circunstancia temporal de un encuentro que se demoró demasiado. Tus críticas certeras-- las cuales siempre me atemorizan, porque me acorralan--, tienen el poder de producir en mí una especie de desdoblamiento donde el oro manosea mucho la idea de anular una cultura doméstica presente y fútil, y que le ha servido para explayar su capacidad y destreza para barrer y limpiar salas, habitaciones y baños—todo, menos la ventana de vidrio porque es fastidiosa y difícil--, cocinar, y finalmente dormir la niña, terminando el día de animal doméstico en un costado de la cama de esterilla.
--El otro al sólo verte tiró un muro de contención para represar un hecho anterior, dedicándose a interesarte. Heroína para la presente narración sencillamente por haberte convertido en eje dinamizador de historias lineales y torcidas, donde el interés de estar solos, entrelazados de manos, boca, cuerpos, hicieron más interesante la relación de apresurados viajeros de fin de semana.

Los noticieros de televisión, la lectura de los diarios, el estudio de factibilidad para comparar precios de hoteles, sí poseen tal o cual calidad en su infraestructura eran motivos fundamentales de nuestra preocupación. Del vehículo casi no nos interesábamos, pues siempre fiel, nunca mostró desperfectos, a la hora de fugarnos de la ciudad. Mientras tanto me creaste la idea de tu desconocimiento y falta de habilidad en la cocina, --para, una vez transcurrido el tiempo impresionarme con tus salsas, pastas y hasta la multiplicidad de formas con que preparas los vegetales.
Estuve un tiempo en posición decúbito en medio de aquella cama de cuadrilátero de boxeo, velando tu sueño. Hace tiempo que estás dormidita, me enternece la dulzura que escapa de tu rostro.
--Edita cuando no está con sus crónicos ataques de epilepsia –se muestra accesible--. Hoy por ejemplo leímos juntos, sentados en la mecedora de madera, a Simbad el marino en edición acompañada de dibujos. Estábamos tan cerca que rozábamos las piernas, sus chillidos no molestan para nada, pues ella entiende lo que se comenta y sigue la lectura del texto que yo hago guiado por un dedo de la mano derecha.
Ella me despierta miedo cuando empieza a botar saliva a mares, empapándose la blusa de tejido de estambre en las esquinas, con dibujos de animales mínimos que corren por su cuello y sus pechitos de muchacha joven. La señora Juana dice que Edita no es niña –bueno sí es--- pero según  la cronología de los seres que puso Dios sobre la tierra, ella es mayor. Le viene la regla y se le mancha el vestido porque no usa toallas. La señora Juana se las pone con violencia,  pero ella se las quita manchando todo. Cama, muebles, paredes, suplementos encartados en los diarios del domingo y hasta los seis metros de tela de caqui que trajo Don Pompilio para que la señora Juana le hiciera un liqui-liqui. Por lo de la cochina regla Edita no era una niñita como yo lo suponía, y por eso en vez de alejarme de ella me entran más ganas de verla, inquietándome más la presencia de aquel velocípedo de altas ruedas guindando en el techo.
…Pasó atropellando con su velocípedo de altas ruedas todo lo que consiguió a su paso. Los perros gruñeron de dolor, los muebles de madera crujieron por el impacto, un florero de vidrio con trinitarias del patio rodó y se volvió añicos, dejando el piso de mosaicos amarillos con trinitarias marchitas y una agua parda despidiendo mal olor en el centro del zaguán, todo esto en los pedales de la negrita Singer.
Cuando aquel ruido infernal de cosas que se desmoronan hubo terminado, un impacto como de bala quebró los cristales de la vitrina arruinando el interior de copas y bandejas de cristal de bohemia. Recuperadas del impacto de cristales entre los aires, la niña Pilla, la Señora Isabel, la Señora Juana, sentadas todas en los muebles de paleta en el centro del zaguán ven a Edita sin conocimiento entre vasos, bandejas, vitrina desecha y el velocípedo de altas ruedas volcado sobre su pecho. Eso de la epilepsia nunca me convenció ya que debido a esa enfermedad cuando jugábamos los dos en aquel cajón de madera entre restos de muñecas, los cuentos de Perraul y los suplementos encartados de los diarios de los domingos, nuestras miradas se conseguían de forma cómplice y entonces comenzabas a darte con el brazo en el ombligo, en el pecho y en los senos, arrojando mares de saliva. “Es la hemiplejia” decía la señora Juana, te agarraba fuerte entre sus brazos de india rolliza con lentes de estampilla entre los vidrios, acostándote en aquella terrible cama saranda de lona blanca, aquella que le sacan ese feo marco que parece un bastidor que espera la paletada de un pintor, y la ponen a asolear para secar los meados, quedando después que pasa el sol bravo unos lamparones amarillos como manchas de jirafas, los cuales sostienen la espalda encorvada de Edita.
Eso me parece normal tratándose de una niña con esas condiciones sin puntos de comparación, ya que siempre desconocí a mis hermanas”.
--¿Qué haces ahí en esa posición?
Me preguntas rompiendo momentáneamente el silencio y la inquietud.
__Bueno es que estaba aplastado por mis temores de todos estos años, y peleo por contenerlos para así evitar que tú los heredes y nos aplasten.
El olor del pollo a la jardinera inundó el apartamentico, desde hace rato te quejas porque una chispa de aceite impactó en tu mano izquierda, no resistiendo el dolor de la quemadura. Giras sobre tus talones, te oigo ajustar la puerta del baño, al rato regresas con la quemada cubierta con pasa dental Crest.