La fiesta de la palabra no se detiene. El Editor de Libros en Digital presenta su aporte a esta biblioteca virtual con su nuevo libro de cuentos Tinglado de Rostros; con excelente prólogo del escritor Julio Prado y portada ilustrada por María Fernanda Ramírez. Esperamos sus comentarios.
PRÓLOGO
A manera de prólogo Camino largo y silencio de
la palabra.
Tomar la
pluma de la imaginación con la idea firme de escribir un cuento, es una especie
de catarsis para el alma literaria del que escribe. William Villanueva, en su
convicción de hacer explotar la mirada del lector puesta en cada línea, hace
alarde de una musa incondicional pródiga de fábulas y capacidad de asombro, de
la que se sirve como quien agarra el abrigo y la bufanda para guarecerse del
frío y salir con paso firme a deambular las gélidas calles de la página en
blanco. Tanteando un verbo, acariciando un adjetivo o dándole una palmada
oportuna al sustantivo que se aparece de pronto en una esquina del relato, así
avanza el autor con su mano diestra en el camino largo y silencioso que la
escritura concita en la facultad de contar historias, introducirse con sigilo
en la memoria colectiva, detallar a hurtadillas las aventuras y desventuras del
lugareño común, las habladurías e intrigas sobre el político de turno, la
docilidad del desvarío, el tono apesadumbrado de la resignación, el duelo
colectivo ante la muerte del optimismo, la queja por lo inasible, las bofetadas
de la realidad improvisada, la existencia humana, la vida en todas sus facetas
sombrías, la miseria como arte de la sobrevivencia, la enfermedad convertida en
la otra cara de la esperanza, calles con olor a sangre coagulada, esquinas que
aguardan una sospecha, fachadas construidas para ocultar la evidencia, y al
final, el cuento deja de serlo para convertirse en una hecho tan real como los
dedos que teclean incansables cada palabra precisa. Y, como decía Jorge Luis
Borges, cada relato puede parecer un encuentro casual, pero todos sabemos que,
en el fondo, es una cita previa, y William, como buen observador de la
cotidianidad que le rodea, sueña, escucha, palpa y descifra el epigrama que la
calle le advierte en ambas aceras de la rutina, convertida en parábola de la
incandescencia reincidente de su Aregue natal. El relato se convierte, por arte
del ingenio imaginario, en la propia experiencia del que sabe de huellas, de
piedras atravesadas en los pasos, de espinas escondidas entre las rosas de la
adulación, y a fin de cuentas, esa verdad escondida en cada párrafo, que sale a
la luz entre bambalinas y se presenta limpia en el escenario del amanecer,
aunque no se sepa asumir por el universo gris de los que duermen a la
intemperie, para no sentir el arponazo de la ingenuidad que las paredes
familiares no desperdician entre las grietas del abandono y el olvido en las
sombras opresoras de la noche. William, haciendo honor a su acendrado
cristianismo, deja palpable en cada cuento con final abierto a la imaginación,
que “quien quiera entender, que entienda”, y convierte cada relato en una
suerte de parábolas de este siglo XXI que nos conduce y nos extravía a partes
iguales, con el único afán de que el lector disfrute, sufra, sonría, se
reconozca en alguna línea, o simplemente valore en su justa medida el mundo que
le tocó vivir, la emoción del sentimiento colectivo, y de manera especial, porque
la vida es también la historia no escrita de cada uno de nosotros. Julio M. Prado.
TINGLADO DE ROSTROS
Autor: William Villanueva.
Cuentos.
Dedico a Antonio Crespo
Meléndez.-
DE NADIE HABLAMOS BIEN
En
un cartoncito, pegado a la pared, se leía: Favor cancelar. cuentas pendientes
de lo contrario se colocarán en la lista
de los morosos. EL DUEÑO. La
letra seguro era del curita, apodado así por su afabilidad, y porque
ciertamente había estado en un seminario antiguo, antes de aterrizar en aquel
lupanar. Afuera un sopor le daba a uno en la cara, como sí el ambiente tuviera
calefacción. En una mesa hablaban del presidente; la conversación se enredaba
con la música de la rockola, pero lo que hablaban del presidente no era bueno.
A decir verdad, no existe la costumbre entre nosotros de hablar bien de
nadie.
UN DÍA CUALQUIERA DE MIS
DÍAS
Aquel
día que decidí mi aventura literaria fui como empujado a aquel bar de mala
fama, con sus puertas batientes, llenas de óxido, y carcomidas. Un tipo con
cara de sureño, pronunció un ¡ahijuna!, no se sí era chileno o argentino, pero
cuando todo el mundo se volteó, admirados de asombro; la escena daba terror,
pues el sureño le tocó el trasero a la mesera y esta le asestaba golpes con una
botella de refresco Fanta. En la escena posterior sólo quedó el sureño en un
charco de sangre, según me lo contaron.
SIN NOVEDAD
El
día que le vaciaron los sesos en el asfalto, la noche escurría las frías gotas
de la lluvia.
Quién
lo iba a pensar? Ahora todos corren desaforadamente hasta el cerro más alto;
allí todo es precario, insuficiente.
El
melenudo, quien porta desafiante un Cristo de arcilla, es el que corre más
LA NENA MÁS COQUETA
Sí Axy supiera que sí me gusta. El descabellado
aumento de su abdomen, entre comillas, no pasa de ser un cliché de las bobas de
sociedad, que siempre perderán la línea, aunque dichas viejas trotonas no dejen
de despabilarle el sueño a uno el sueño a las 5 de la madrugada cuando pasan
por la quinta transversal. Sí, la nena más coqueta es ella. En la desaparición
que hizo el mago de una rosa de un sombrero, casi la desaparece a ella. Yo la
halé hacía mí y como estigmas en mi cuerpo sentí espinas flagelando mi piel.
Por eso me sentí suyo cual hoja de parra sujeto a ella en un edén.
Después
de la función nos fuimos caminando por el bulevar.
Hacía
frío en la noche; no la despojé de su vestimenta. No hubo desquiciamiento. Ella
tarareó a los Backstreeboys, yo canté frenéticamente el amor en una botella. Al
fondo como husmeando la soledad un grafiti de la universidad señalaba indócil:
SE
ACABARON LOS SUEÑOS
….Y
QUÉ…?
MIRCO
Mirco,
vino de lejos, de muy lejos, pintorreado que asombraba su color de paleta. Él
llegó en un biplano, que le prestó su hermano. Su forma estrambótica fue
observada en una aduana improvisada en la quebrada, como si fuera un pichón de
zamuro. Los parroquianos lo levantaron en hombros, y lo llevaron por las
desnudas calles de la pobre ciudad, en la que, como dicen los cuentos, rara vez
pasaba algo, excepto el último eclipse, que de generación en generación,
cuentan, se ve cada cien años. Él, se valió entonces de aquello, para megáfono
en mano, hacerse anunciar, a la ciudad: ¡Ha llegado Mirco, Mirco! ¡Ha llegado
Mirco a la ciudad!
A su
desaparición, la ciudad en vez de tristeza exhibía mucho colorido y alegría,
por donde quiera se veía su rostro pintado. Excepto una vieja señorona que le
hizo una estatua y le colocó una lápida mortuoria. A su muerte pidió ser
enterrada allí mismo, ataviada del negro atuendo que desde el suceso nunca se
despojó.
DANIELA AL RITMO DEL TAMBOR
No
sé cómo Neruda hubiera descifrado tantas claves poéticas de unas noches de
afrodisíacos chilenos y Venus bajadas de Internet, pero era menester, amén de
estas displicencias del ocio cotidiano, explorar en mi webcam, a Daniela,
bailando al ritmo del tambor. Perdón que imaginé que su voluptuosa
feminidad danzaba en El Tropicana,
deslastrado según Ramón, el albañil, de
“la inmunda gusanera”. No comulgo con su procacidad comunistoide, por lo que le
he negado el acceso a la webcam, a la que tildó furiosamente como veneno
capitalista.
Daniela,
una y otra vez menea sus caderas, entre la espumosa cerveza, y el frío tiritante, mis manos se engullen tras su cuerpo.
LA CHINA Y OTRAS
DISPLICENCIAS
Yo
la veo casi a diario, con su caminar todo sensualote y su cabellera al sol, por
el centro. Sí, pero cuando apelo a mi numen poetica la tipa es un desaire pana,
un enchabe, como usted dice pana, que es tan sabio, sin ser doctor.
Lo
que pas es que la china es de un barrio pobre, cerca de la ciudad, y ella como
otras jevas iguales que ellas se portan tan displicentes, porque quieren un
tipo de plata; sí pana, ellas creen en las porquerías de las telenovelas y
desean una casa donde Grillet pasee su vista descriptiva, como por una tienda
de la Apple Big de N.Y, como dice mi gorra.
Sí
por lo menos la tuteara en el Chat, aunque fuera camuflageado de Rickysteam, y
ella a cada rato: _Rick… -Sí, princesa alada. _¿Qué haces? –Llevo la cuenta. _
¿La cuenta? _Sí, de las horas sin verte, quiero que sientas…maldita.. No, la
china no, la máquina, es la máquina, es la red.
Y
entonces con tremendo palo de agua, voy tras ella; ella va tan a prisa, que
casi corre, en eso un taxi, se lleva lo más bello de la ciudad.
Voy
al cibert-C, y es otra historia. “Yo soy Rickysteam”, “Soy Rick” ¿Y quién eres
tú? _Soy Candy 99. Abro tu perfil, Candy, y me asombra tu belleza, como
moldeada por un artista. Por momentos me olvidé de la china y sus displicencias
vespertinas. Candy! –Sí Rick. _Eres un ángel, _Oh, gracias, Rick. _Rick, voy a
la sala de Chat. _Ok, mi reina, recuerda que soy Rick, de Venezuela, para el
mundo.
Entro
al Chat. Ya la china debe ir por la avenida. _Soy Rick-quiero chica con fines
confesables. _Se soltó otro demente… _Hola, quiero un chico “urgente”. _Una que
me mime y me ame…_Tu madre! _Dios mío esto es un despelote… Chateadores uníos..
_Se soltó el conde. _Soy Rick. (Ingresó Pamela). _Hola, hola, soy Rick.
(Ingresó Candy 99). _Hola llegó la reinaaaaaaaaa. _Hola mi reina!
_Hola,
hola-hola-Candy! _Sí Rick? _Caracas de noche, tiene el resplandor de tu mirada…
_Oh,
que galante Rick.
_Gracias-
Bravo! por Rick!!!
Salgo
del Caber-C, y la noche llena de nubarrones presagia otra tormenta descomunal,
y aún traro de apartar a la china, tras reseteat mis pensamientos vuelve a
aparecer, como un “virus informático”. El agua cae a cataratas inmensas. Siento
pesadumbre, porque la china vive allí, en ese barrio tan pobre, pienso en Alí y
en lo triste de la lluvia para los pobres, como la china.
Diario
de la mañana:
BALANCE
ATERRADOR
Cientos
de víctimas por desastres ocasionados por los aguaceros sobre la ciudad.
Pienso
en la china, luego de revisar la lista de damnificados. Hoy no la he visto
pana!, envíeme otro email a la mayor brevedad del mundo. Rickysteam.
DIEZ DE MAYO
En
los clasificados no aparece su nombre.
Nadie
explicó aquello, todos callaron.
Se
estaba entre lo fatídico y trivial.
Me
gusta comentarios compartir reportar publicación.
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GEMIDOS EN SU MURO
Que
ladilla, las gotas de agua siguen impregnando la tarde, las luces parpadean,
anunciando un anochecer prematuro.
Una
que otra sirena arrastra su sonido tétrico por la urbe, en claro presagio de
acontecimientos inesperados.
La
chica bonita que veía, desde la ventana, no está, en su lugar una, en estado de
gravidez, de unos 5 ó 6, a lo mejor 7 meses de gestación, pero a pesar conserva
rasgos de fina esbeltez.
Cuando
apuré la última cuartilla del relato, rompí la cíclica monotonía de los
párrafos anteriores. En el facebook de ella,
en su muro, expiraban también sus últimos gemidos de gata loca: “Sí me
revuelco con otros, no es porque no te quiero; es para que sepas de lo que soy
capaz por retenerte”
La
policía científica exploró el lugar, la habitación olía a varitas aromáticas, a
incensio, mirra y estoraque; extraño ritual- decían las redes-realizó la
occisa.
Lo
que nadie se explica fue cómo se colgó del cable del aparato de televisión?
Cómo hizo para pender de lo más alto de la habitación. Las pesquisas no
desentrañaron el misterio.
Yo
sólo sé que a diario riego las rosas que espontáneamente germinaron en su
panteón.
LA HUMILDE PATRICIA
Me
decían que habías dado a luz, pero tú no eres un instrumento de iluminación que
digamos. Eres una mujer, ya no tienes tu lozanía, no tienes la cara de inocente
que en ti se reflejaba. Te acuerdas? Cuando estudiábamos juntos; la sección
entera hablaba de tu belleza y de tu inteligencia. Yo era el más callado y
tímido, nadie se dio cuenta de lo que sentía por ti, ni siquiera tú imaginarían
el fin de mis visitas a tu barrio, ese barrio que es mugre por todas
partes…basura más basura, gentes incultas, deberían recoger los desperdicios,
no arrojarlos a la calle.
Mi
amigo me lo dijo; debes conocerlo: el de afro y lentes negros Ray ban, que
tienen la firma de Cecotto, él se me acercó y me ofreció informarme sobre ti.
Así lo hizo, y le agradezco, “es un chamo bien”, así me dice cuando habla
conmigo. “Mira, chamo, yo lo hago porque tú eres un chamo bien, tú me ponías
las pruebas en clases y yo sacaba buenas notas”.
Todavía
me duele el pie, se me fracturó el día que te llevé serenatas, pero los perros
de tu casa no supieron apreciar la buena música. Una serenata? dirían algunos
vecinos, sí ahora no se usa eso! Una viejita nos vio salir corriendo con los
perros detrás! Ay, que románticos, se le oyó suspirar: -Que románticos!-
Mientras nos veía desaparecer en la oscuridad de la noche.
Patricia,
nombre novelesco el que dieron, que lastima que te hayas marchitado.
Patricia:
_ Tú madre te llama,
_Cámbiale
los pañales al tripón,
_Pobre
criatura de Dios, apúrate con las arepas!
_Patricia,
tengo hambre.
_
Ay, qué vas a hacer? tú hombre viene borracho…
_Esta
mujer, cuando será que aprende? Sino fuera porque no me puedo levantar le echo
su pela.
Patricia
corre, huye de su casa, dejando a su madre y a su amante. Con su niño en brazos
la veo alejarse, me quedo contemplando su triste figura que se confunde con los
crepúsculos del atardecer. Patricia, parece venir el eco de tu voz hasta mis
oídos: ¿Por qué soy desdichada? Pobre moza, que Dios, te ampare.
EL CAMINO A LA PRIMERA
GARITA
Él
no decía sí, por decir sí. Era un extraño dejo de melancolía, desde que lo
“molieron a palos”, según su mamá. Actuaba como autómata, una especie de
artilugio o androide; como muñeco arrancado al counter strike. Los documentales
en la T.V, horrorizaban. Al trote y con un incandescente sol que tostaba la
piel, la hilera de soldados corren ante las ordenes sofocantes, corren con el
su último fuelle de su aliento, corren
desaforados, la sed se les torna en sus ojos ya desorbitados, la hinchazón de
la piel de sus pómulos es visiblemente rojiza, unas charcas sucias, llenas de
orines pestilentes y restos animales, sirven como agua, la sed inclemente mal
saciada da paso ahora a espasmos y convulsiones, sus cuerpos van cayendo, uno a
uno sobre el árido suelo.
De
la torrecilla desde donde se aventaban con la brillantez fosforescente del sol,
tunas, guasábaras y yabos sólo se ve un terreno escarpado. De vez en cuando
merodea una cabra, un asno, o se despereza una cascabel. En la noche el frío aterra,
congela literalmente los sentidos. Una música de rockola se oye intermitente.
Nadie sabe de dónde viene, pero otrora había un bar en el camino, hace años fue
cerrado, luego que un guardia descargó su arma contra otro bebedor, la sangre
inundó el pequeño local confundiéndose con restos de cerveza y orines.
En
las noches sigue sonando solo en la rockola un tema angustioso de Felipe
Pirela. Se oyen murmullos, como de rezos; tan sólo una noche, Rafa y yo, oímos,
infinidad de vocecitas, como arrullando
con su rezo al viento, tratábamos de caminar y una fuerza invisible
atajaba su cuerpo y me detenía con suavidad, en la oscuridad creí que eran
cuatro o seis seres amorfos, le propuse a Rafa rezar todo lo que pudiera, yo lo
atajaba pues en su estado de embriaguez y alucinación no se sostenía en pie,
cuando empezó a rezar y seguir mi peticiones, sentí como un soplido lo arrojó a
un metro de donde estábamos, pálido y sudoroso, lo levanté y comenzamos a
correr desbocadamente, lejos de la primera garita.
Dicen
que en el camino a la garita se oyen las voces de soldados, quejumbrosos. Y se
ve la silueta espectral de una dama, que enloquece a los uniformados de verde,
hasta hacerlos suicidarse irremisiblemente.
…..---…….
PAPILLON
Edgar
repetía una y otra vez, quiero escribir de nuevo Papillón. Soy Henri Charrière;
allá quien no me crea, quiero huir de esto espantoso; el sargento me hizo
comerme la mierda con el arroz chino que me trajo mi mamá. En la placita del
Néctar sí me quieren, no porque tengo un hermano doctor, sino que soy su héroe…
Quiero escribir Papillón, son como unas quinientas páginas que puedo escribir,
a lo mejor Juan me agarra envidia, porque yo escriba mejor que él, yo siempre
le doy consejos, sino… no escribiera bien. Lo que no me gusta de Papillón es su
mariposa, yo me quiero es tatuar la P de Papillón, en el pecho. A Juan no le
gusta la sardina pero a mí sí, por eso es que yo digo, yo sí puedo escribir otra
vez el libro Papillón…
---O---
ULACIO
En
la habitación del hospital se disipa por ratos el silencio. Un merengue hip hop
se oye en una radio lejana. El ritmo no importa, pero un amigo mío lo confunde
con un hipo de borracho, creo que después que un día de borrachera botara en un
feo estropicio todo lo que comió en Mc Donald¨s, y le pegó un hipo horroroso, y
desde entonces no puede oír que la FM anuncie el hip hop, ni ir al Mc Donal`s
porque no le permiten la entrada; no por un confundido racismo que el aduce
como mala referencia de los gringos contra los de color, sino que el efecto del
horrible vómito hizo que cambiaran las costosas y lujosas alfombras, porque
hedían un mes después del suceso, y era inminente la caída desde Venezuela del
imperio más poderoso de “Fast food” del mundo…Por la habitación se cola de
repente una oleada de frío que congela hasta los huesos, de manera que con los
enanitos intergalácticos que veo por el cristal de la ventana, siento un miedo
espantoso en las noches. Abajo se ve una nueva ciudadela, la de aquellos que
huyeron de los cerros, del agua, de la muerte. Ula, mi amigo, con sus amigos
salvaron a tantos que ya nos les asombra la naturaleza, se le puede domeñar,
pero es preferible, dice Ula, respetarla. Él y sus amigos salieron en un camión
del ejército, con lágrimas en los ojos al dejar el puerto, el retumbar de las
olas del mar enfurecido se lo llevaba todo, casas y gente. Ula, sintió tanto
dolor que pintó en un bello óleo la milagrosa imagen de la Virgen de Coromoto. Él
y sus amigos tienen muy merecido su reconocimiento como héroes…El día que el
agua se arrechó contra nosotros-dice Ula- estábamos pensando horas antes, que
con el nuevo gobierno todo nos iba a cambiar-pero mira, como dice la salsa
aquella “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”. Ula, franco y
sincero tiene en su pecho-dice Luis el albañil-un monumento a la amistad: un corazón
noble y transparente…Allá se divisa la ciudadela, por un instante olvido esta
habitación…se oye el resonar de una sirena, luego el silencio…una aura
misteriosa invade los rincones de la noche estrellada. No sé por qué pienso que
estoy aca.. no… creí estar allá… sí en aquella habitación del hospital donde
veía enanitos intergalácticos trepando a través de las ventanas, huyendo del
agua de la lluvia. Ula me despierta. Qué horrible noche-me dice-los sapos
saltaban sobre mi testa y yo era un charco sucio. Caminamos por el Sambil en busca de un Mc Donal`s, a lo lejos se oía
un merengue hip hop…
LA TRETA
La
estupidez más grande del mundo. Allá abajo el mundo se desmorona, pero voy
hacia el lugar por una calle que se empina y se estrecha, a ratos el tráfico
automotor deja oleadas de humo sucio, sucísimo, anhídrido carbónico, tetraetilo
de plomo, óxido de nitrógeno, smog!!...como si no le costara al mundo la existencia
humana, la vida…antros de pobreza, miseria, enfermedades, muertes…y admites que
aquí, allá, más allá, en estos lugares sombríos es verdad la perorata de los
marxistas. Voy descendiendo, el foco solar parece un brillo estúpido en el
tapiz de la mañana. Como si golpearan mi cuerpo me está doliendo, Carmen Elena.
Esa mosquita muerta, decía mi mamá, no me gusta para nada, y yo burlón gozaba a
mis anchas, y acabamos entre sábanas blancas, con canciones
suaves…Camilo…tiempo de amar, amar a oscuras…Carmen Elena, ese amiguito tuyo es
insoportable, con su risa cínica, parecía marica echándose bronceador en el
patio de tu casa, y yo con ganas de entrarle a golpes…Carmen Elena, sí Leonor
comprendiera mi amor, pero maldita sea, no quiero…no quiero retrotraerme al
pasado, a tu pasado…me duele Carmen Elena…La fuga de mis sueños ocurrió aquella
mañana gélida que el agua chorreaba por doquier, el río traía rumores lejanos,
murmullos de piedras que se confundían con el crepitar de la lluvia, y el
almanaque clavado en la pared indicaba las primeras lluvias del año. Pero no
hace falta en abundar en detalles, no hace falta revisar el destrozo de
nuestras relaciones. Allá en la maraña de casas que voy cruzando por
callejuelas como embudos, en una, en alguna de esas casas, estarás revolcándote
con otro hombre, sin canciones suaves ni susurros al oído. Qué día es hoy,
cuando esta duda me carcome?...un disparate…un inmenso disparate, una estupidez.
Ruedo calle abajo…el raticida será mejor?...más socrático? Poético?...no..no..
no sé. Pero no sé nada, nada, lo juro, no sé qué haré, no sé nada, nada, este
tormento me corroe, Carmen Leonor, ja ja ja… no te gustaba ese trato, j aja j
aja, porque así se llamaba tu abuela que en paz descanse en las entrañas de la
tierra…aquel dolor abajo, tú decía que eran cosas del oficio, el peso de 30
gandoleros en una noche, no era para menos, tenía empeño en hacer real a costa
de los suyo…Yo no!, yo no soy de esas, no, no soy así, no soy de esas,
Raimundo, no” Cómo se te ocurre? Jamás mi vida, soy sólo tuya, tuya, tuyita,
desde que me levantaste la falda debajo del pupitres y me hacías cosquillas, y
el maestro creía que tú andabas buscando el sacapuntas, al Cheluis le puse el
ojo negro, porque quiso hacer lo mismo…La primera vez, mi primera vez, yo te lo
conté Carmen Elena, yo tenía como fiebre, fue rápido, la cama olía a fragancias
de flores, y ella me revisaba los frenillos, me daba cosquilleo…sonó un
vallenato, se oyo Olimpo, se oyó Felipe Pirela, yo con mi inocencia quería
quedarme allí…afuera olía a frituras y carnes asadas, por toda la calle había
pinchos y pollos mantecosos, ella pidió una malta caracas y mi amigo y yo una Águila.
Los olores en la calle se acentuaban, olía a maíz tostado, pasaba un cotufero
con su carga recién tostada, a lo lejos retumbaban cohetones en el cielo de
octubre, y yo no me quería ir. El gentío iba y venía, los sopores etílicos y
tufos a orines empezaban a enrarecer el aire; una ancianita arrastraba a una
niña llorosa. Me acuerdo de ti, Carmen Elena, del primer día, unidos en un solo
cuerpo, la primera vez, sentiste ganas de llorar y yo te acaricié con ternura,
y nos quedamos dormidos en aquel cuarto que olía a barro, por testigos Simón
Bolívar y Jesús de la Buena Esperanza. Cuando despertamos, llovía y lo volvimos
a hacer, en aquel cuarto que olía a barro y con goterones. El zaguán era largo
y cabían varios colgados; en la repisa un radiecito sony en el que sólo se oía
Radio Rumbos y la BBC, en el patio un almendrón y unas matas de onoto… debiste
haber detenido aquello Carmen Elena y no hubiese pasado nada…ahora mismo lo
estoy lamentando. Nuevamente la larga y angosta calle, se asoma ahora un tapiz
de verdes colores, me llega una brisa agradable, a agua de manantial, raíces, a
tierra mojada, a fresca madrugada, a la orilla de la vía un niño ofrece
nísperos, manzanas y maní; la vuela en u y de nuevo las callejuelas
serpenteantes, arriba, abajo, no sé cuánto tiempo he rodado, sólo sé que son
varias horas y porque me lo indica algo en el motor, me detengo, pienso, me
ayuda un vecino a arreglar el vehículo, cortésmente me rechaza cinco mil, cosa
extraña en mi país. Empieza de nuevo mi tortura, voy divisando el sitio, la
casa, la dirección que me fue informada telefónicamente, un golpe de dudas se
agolpa en mi mente, mi corazón se agita, mis manos pierden sensibilidad, me
detengo, el tam tam, tam, de mi pecho se hace casi audible, no quiero ver ni
oír, penetro el manto espeso y oscuro de aquella casa, no sé cómo entré…entré
sin tocar…un amplio corredor separa de la sala a las habitaciones principales,
luego el patio con un olivo frondoso y flores diversas, trinitarias, rosas,
girasoles en potes de klim y materos de cauchos, al centro una gran cruz de
madera pintada de negro, de base empedrada, más allá una fuentecilla que sólo
sirve de palomar, un tinajero desvencijado con verdín y humedad, una carreta,
un Gómez tallado en madera, donde el General tendría unos 20 años de edad, con
aire de picardía juvenil, con sus mostachos puntiagudos, una victrola
argentina…Che Gardel, qué muchachote, como canta, decía mi tío y me mostraba
sus discos. Te acuerdas Carmen Elena, a ti te gustaba mucho oírlo…Cuesta abajo
en mi rodada, las ilusiones pasadas…sabía que en el mundo no cabía toda la
humilde alegría de mi pobre corazón…Un bandoneón en mi pecho, Carmen Elena, me agobian
los presagios, me niego a sospechar lo que voy a ver seguramente, empuño
tembloroso entre mis manos la pistola automática que me regalaste, fija la
mirada, absorto, esperando que se abra la puerta, un frío, una fría sensación
me baja al estómago y me siento como la primera vez que nos montamos en el
viaje a la luna, tú te querías montar de nuevo y yo no atinaba a decirte
palabra alguna, a punto de vomitar, sentía náuseas y pena, Carmen Elena y corrí
desesperado, como autómata tropecé y caí varias veces hasta que vomité con gran
placer, no sé qué vomitaba, un líquido negro y viscoso embarrialaba mis
zapatos.. Le tengo miedo a las guerras, a las armas, como esta que empuño,
Carmen Elena, pero mi amor tú sabes en qué país vivimos, mira las estadísticas,
el parte de guerra semanal, pero mi amor, soy amante de la paz, un pacifista,
admiré a Lennon en su vitrina en aquella fenomenal fotografía, amo al mundo ,
amo la paz, odio la violencia, las armas como esta…prefiero un portafolio mi
vida, un cenicero, un suizo…admiro a los suizos y a los ingleses por su
puntualidad, desde chico quiero un reloj, Carmen Elena, me da pánico el
terrorismo, la violencia…Tengo miedo…miedo.. no…no, no me atrevo a pensar, un
dolor me desgarra el cuerpo, siento que destrozan las sienes Carmen Elena…No
percibo los ruidos ni el tintineo del agua del tinajero…ya no lo oigo…veo el
haz de un proyectil, como una chispa de luz…te acuerdas, Carmen Elena, que
nuestro amigo Leonardo elucubraba en su libro sobre la violencia en Caracas…”Sí
un día miércoles primero, eran las 10:25 A.M, cuando bajé de mi apartamento con
la ilusión de encontrar algún negocio abierto y así comprarme algunas cosas
para comer; no había pasado siquiera 5 minutos en la entrada del edificio
cuando escuché el ruido seco y rápido de un proyectil y a sólo 15 metros de donde
yo estaba caía herida una señora que llevaba en sus manos una bolsa de comida
para sus hijos cual paloma llevaba alimento para sus polluelos”. Sí Carmen
Elena…tengo miedo…otro disparo.. otro.. Siento mi cuerpo algodonado, flotando
en la suave penumbra del amanecer, los destellos del sol tenues reverberan en
la peinadora, veo el resplandor de otro disparo, hace rato la puerta de la
habitación se ha abierto y dos damas solas, solas en la habitación…gritan con
terror, horrorizadas, mi cuerpo agujereado y sangrante es introducido en una
camioneta, es cuando percibo la voz de un paramédico que dice: _Señora, este
hombre va muerto.
REY
Bajábamos
al río todos los días. La pesca era abundante, corronchos, guabinas, y otras
veces hasta cangrejos. Yo iba sobre la espalda de mi tío, quien es buen
nadador. De regreso también recolectamos leña de cují, para cocinar, las
sombras de la noche cayendo sobre nosotros parecían gnomos gigantes, yo había oído que eran tan sólo
visiones de la gente del pueblo, pero mi abuela aseguraba que en el camino al
río, en las noches salían gran cantidad de duendes y que los niños atrapados
por ellos ya no podían regresar a su hogar.
Sería eso lo que le pasaría a Rey? mi amigo de la escuela se extravió
una tarde, todos en la escuela lo comentaban, me decía entre mí, si voy a su
rescate? pudieron ser los gnomos que lo atraparon. Unos días después todos
lloraban, Rey apareció en un recodo del riachuelo, su cuerpo tenía flores y las
abejas habían hecho en su cuerpo un panal de miel, su rostro era de una alegría
intensa. Mientras lo conducían en un ataúd blanco, yo sabía que ese no era él,
lo adiviné, porque un lorito nos siguió por todo el camino y hoy de regreso, en
la tarde nublada y oscura, lo ví sentado con los gnomos en un recodo del
riachuelo.
TINGLADO DE ROSTROS
Cuentos.
Autor:
William Villanueva.
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