EXTINCIÓN
Juandemaro
Querales
(Narrativa)
Ediciones
ESPADA ROTA
Portada
Alberto Guzmán.
Las
ilustraciones pertenecen al libro “Repertorio de los Tiempos”
Edición
de 1.546.
Ediciones
La Espada Rota
Impreso
en Caracas en Mayo
De
1.988- Venezuela.
Esta libreta ha sido abierta
para dejar consignados unos eventos que el autor considera debieran vertirse al
lenguaje literario, trascendiendo así el simple recuerdo de vulgar accidente en
que una pareja busca consolidarse entre los rincones de una ciudad.
EXTINTO
Solo como vine
Íngrimo como voy
me gustaría pensar que muero
a causa de mis versos.
Cuando tú y yo vamos al
supermercado no puedo contener la emoción de llenarnos de harinas, pastas,
carnes, enlatados, quesos y galletas. Porque los insumos son algo así como la
oportunidad de maravillarnos de cómo los alimentos adquieren aquellos olores
tan agradables a nuestras narices, abriendo nuevamente las conversaciones
amorosas que culminan en el estrechamiento repetido de nuestros cuerpos.
Cuando tú abres la página
del Manual de cocina de Scanone, donde la receta para cocinar el pollo salta a
la vista instantáneamente, pienso que sudores, jadeos, aprehensiones y largos
viajes, no son la repetición de ningún hecho vivido anteriormente, sino la circunstancia
temporal de un encuentro que se demoró demasiado. Tus críticas certeras-- las
cuales siempre me atemorizan, porque me acorralan--, tienen el poder de
producir en mí una especie de desdoblamiento donde el oro manosea mucho la idea
de anular una cultura doméstica presente y fútil, y que le ha servido para
explayar su capacidad y destreza para barrer y limpiar salas, habitaciones y
baños—todo, menos la ventana de vidrio porque es fastidiosa y difícil--,
cocinar, y finalmente dormir la niña, terminando el día de animal doméstico en
un costado de la cama de esterilla.
--El otro al sólo verte tiró
un muro de contención para represar un hecho anterior, dedicándose a
interesarte. Heroína para la presente narración sencillamente por haberte
convertido en eje dinamizador de historias lineales y torcidas, donde el
interés de estar solos, entrelazados de manos, boca, cuerpos, hicieron más
interesante la relación de apresurados viajeros de fin de semana.
Los noticieros de
televisión, la lectura de los diarios, el estudio de factibilidad para comparar
precios de hoteles, sí poseen tal o cual calidad en su infraestructura eran
motivos fundamentales de nuestra preocupación. Del vehículo casi no nos
interesábamos, pues siempre fiel, nunca mostró desperfectos, a la hora de
fugarnos de la ciudad. Mientras tanto me creaste la idea de tu desconocimiento
y falta de habilidad en la cocina, --para, una vez transcurrido el tiempo
impresionarme con tus salsas, pastas y hasta la multiplicidad de formas con que
preparas los vegetales.
Estuve un tiempo en posición
decúbito en medio de aquella cama de cuadrilátero de boxeo, velando tu sueño.
Hace tiempo que estás dormidita, me enternece la dulzura que escapa de tu
rostro.
--Edita cuando no está con
sus crónicos ataques de epilepsia –se muestra accesible--. Hoy por ejemplo
leímos juntos, sentados en la mecedora de madera, a Simbad el marino en edición
acompañada de dibujos. Estábamos tan cerca que rozábamos las piernas, sus
chillidos no molestan para nada, pues ella entiende lo que se comenta y sigue
la lectura del texto que yo hago guiado por un dedo de la mano derecha.
Ella me despierta miedo
cuando empieza a botar saliva a mares, empapándose la blusa de tejido de
estambre en las esquinas, con dibujos de animales mínimos que corren por su
cuello y sus pechitos de muchacha joven. La señora Juana dice que Edita no es
niña –bueno sí es--- pero según la
cronología de los seres que puso Dios sobre la tierra, ella es mayor. Le viene
la regla y se le mancha el vestido porque no usa toallas. La señora Juana se
las pone con violencia, pero ella se las
quita manchando todo. Cama, muebles, paredes, suplementos encartados en los
diarios del domingo y hasta los seis metros de tela de caqui que trajo Don
Pompilio para que la señora Juana le hiciera un liqui-liqui. Por lo de la
cochina regla Edita no era una niñita como yo lo suponía, y por eso en vez de
alejarme de ella me entran más ganas de verla, inquietándome más la presencia
de aquel velocípedo de altas ruedas guindando en el techo.
…Pasó atropellando con su
velocípedo de altas ruedas todo lo que consiguió a su paso. Los perros gruñeron
de dolor, los muebles de madera crujieron por el impacto, un florero de vidrio
con trinitarias del patio rodó y se volvió añicos, dejando el piso de mosaicos
amarillos con trinitarias marchitas y una agua parda despidiendo mal olor en el
centro del zaguán, todo esto en los pedales de la negrita Singer.
Cuando aquel ruido infernal
de cosas que se desmoronan hubo terminado, un impacto como de bala quebró los
cristales de la vitrina arruinando el interior de copas y bandejas de cristal
de bohemia. Recuperadas del impacto de cristales entre los aires, la niña
Pilla, la Señora Isabel, la Señora Juana, sentadas todas en los muebles de
paleta en el centro del zaguán ven a Edita sin conocimiento entre vasos,
bandejas, vitrina desecha y el velocípedo de altas ruedas volcado sobre su
pecho. Eso de la epilepsia nunca me convenció ya que debido a esa enfermedad
cuando jugábamos los dos en aquel cajón de madera entre restos de muñecas, los
cuentos de Perraul y los suplementos encartados de los diarios de los domingos,
nuestras miradas se conseguían de forma cómplice y entonces comenzabas a darte
con el brazo en el ombligo, en el pecho y en los senos, arrojando mares de
saliva. “Es la hemiplejia” decía la señora Juana, te agarraba fuerte entre sus
brazos de india rolliza con lentes de estampilla entre los vidrios, acostándote
en aquella terrible cama saranda de lona blanca, aquella que le sacan ese feo
marco que parece un bastidor que espera la paletada de un pintor, y la ponen a
asolear para secar los meados, quedando después que pasa el sol bravo unos
lamparones amarillos como manchas de jirafas, los cuales sostienen la espalda
encorvada de Edita.
Eso me parece normal tratándose
de una niña con esas condiciones sin puntos de comparación, ya que siempre desconocí
a mis hermanas”.
--¿Qué haces ahí en esa
posición?
Me preguntas rompiendo
momentáneamente el silencio y la inquietud.
__Bueno es que estaba
aplastado por mis temores de todos estos años, y peleo por contenerlos para así
evitar que tú los heredes y nos aplasten.
El olor del pollo a la
jardinera inundó el apartamentico, desde hace rato te quejas porque una chispa
de aceite impactó en tu mano izquierda, no resistiendo el dolor de la
quemadura. Giras sobre tus talones, te oigo ajustar la puerta del baño, al rato
regresas con la quemada cubierta con pasa dental Crest.
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