martes, 1 de octubre de 2019

DÍAS DE FUNDACIÓN









DIAS DE FUNDACION. (RELATOS)

JUANDEMARO QUERALES (SEPTIEMBRE2019)

 CARORA

PORTADA: COMPOSICIÓN MURAL Y ÓLEO DE CHANITA COLOMBO.

      















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EMILITA  EN EL AVION SINIESTRADO


Por: Juandemaro Querales 


El avión de Aeropostal, aterrizó de emergencia en el campo de aviación de La Greda. De su interior bajó  la cantante estrella de la Orquesta “Los Melódicos”: Emilita Dago. Los curiosos habían venido de toda Carora. El pueblo dejó lo que estaban haciendo a esa hora, para ver a los artistas de la afamada banda musical.
Habían visto con sorpresa el rostro de la legendaria cantante cubana. Y a nadie le pareció una gran vaina. Ya que no coincidía en nada con la que salía en la caratula de los discos. En el lomplay la retrataban encaramada sobre el capó de un carro convertible. Con un fondo de playa. Allá en Caraballeda, con el Macuto  Sheraton  cubriendo el mar, los bañistas y los veleros de la gente pudiente. Hotel que sufrió los estragos del terremoto de 1968. Abandonado por presentar fallas estructurales, siendo guarida de antisociales e indigentes. De tanto esperar su reapertura y el turismo de afuera. Se llenó nuevamente de damnificados cuando el `deslave del Ávila en 1989. Allí estaban los sobrevivientes de la tragedia que asolo desde Blandin, Punta de Mulatos y Carmen de Urea. También entre el río de piedras, carros, animales, flotaban cuerpos descompuestos que esperaban por reconocimiento y cristiana sepultura. Otra ves Emilita, a quien la veo durante mis sueños húmedos, en las noches calurosas de mi pequeña urbe. Celándola del Míster Chile. Aquel luchador: Técnico, de lucha libre. Quién se peinaba mirándose en un espejo, en un rincón del ring, por el secon, que terminaba de quitarle delicadamente la capa. Antes de cada pelea, Todos los domingos en el Palacio de los Deportes, en la Avenida San Martin, transmitido por Venevisiòn. Venir a morir calcinado en un Estacionamiento de Plaza Capuchinos. Que me dijo  el poeta Chuchù Salazar, en la Librería Kuai Mare, de las torres de El Silencio. Y aquella mujer, que no es la de la caratula del LP 33. Que bajó del tobogán de emergencia, cuando se trataba de mar. Toda una bruja, espeluca, y la muchedumbre  que se fue en el acto, decepcionada, arrecha. Y la cantante espeluca, en prueba de su deslealtad para con ella, le dedica esa canción con letra escrita a los coñazos. Para congraciarse con ese público, difícil, que la imaginaba buenota, en vestido de encajes de forma de sirena, salida como la Venus de la mitología del mar de Naiguatá, entre olas y cantos de gaviotas. Nunca de entre objetos de ese Armagedón, de maderas, carros, cuerpos flotando y niños y ancianos buscando entre los escombros a sus familiares. Ya el avión de Aeropostal, como todas las mañanas se detiene frente al galpón que hace las veces de Aeropuerto en la Ciudad del Morere. Después de pasar el día reponiéndose del gran susto por el aparatoso aterrizaje, llega al Centro Lara, hermosamente vestida, donde es recibida en la puerta por Expedito Cortes, y la Orquesta con sus metales comienza con un popurrí de canciones.

Septiembre de 2019

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RETIRO DEL CADÁVER 

Cuando se sintió morir, mandó a buscar a su hermano menor. Este no le dio ganas de visitarlo, allá en el único cerro de Barquisimeto. Donde vive columpiando y se siente y se ve el viejo ferrocarril cuando pasa por la Estación de San Jacinto sin detenerse, en su travesía hacia el Puerto.
Esta familia a decir de mi señora es muy extraña. Aquí todo el mundo termina solo. Jorge a pesar de haber procreado 16 hijos en dos matrimonios. Nadie lo acompañó en sus días postreros. Agonizó íngrimo y solo. No hubo santos oleos. Ni arrepentimientos o reconciliación con el catolicismo. Ingresado como indigente al Hospital de la ciudad. Murió con la misma ropa con la que entró a emergencia. Aquel ser, que una vez era fornido, fisicultturista y levantador de pesas. Era solo un cadáver, calvo y espesa barba, sucia y descuidada.
Allí estuvo, sin conocimiento, sin darse cuenta que moría muy lentamente. Nadie se ocupaba de el. Nadie se había acercado al Centro hospitalario, a preguntar. ¿Qué hay de la vida del moribundo, Jorge Max? Mi hermano mayor; quien nos castigaba, cuando nos portábamos mal. Fue un Padre para nosotros los hermanos más pequeños.
Tirado en esa sucia camilla, allá en lo más recóndito de su memoria perdida por el ACV. Mi hermano mayor, consentido de mi mamá, que creía que iba a ser tullido, porque camino después de los siete años. Fisicultturista y levantador de pesas. Quien iba a creer que aquel joven, muy dado en pasear e ir a fiestas con picó. Con Aida y Alfredo Lucena. Los de la casa de al frente. Gente rica. Hijos de un prospero comerciante de frutas que traía de tierras altas. Su prosperidad era tan evidente que tenían una piscina`juanto a Mauricia la de Poa poa conformaban la pequeña burguesía del barrio “Los colerientos”.
Nadie se molestaba en reclamar tu cadáver. Hasta que tu hermano menor. Te reconoció y se hizo responsable de tu entierro. Del fisicultturista, levantador de pesas, solo queda una osamenta delgada, desdentada y calva, a punto de explotar y con gusanos que ya hacen su trabajo. Al que nadie se molesta en darle cristiana sepultura.

Septiembre de 2019
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EL PERRO DE MARMOLINA

El perro de marmolina, plantado en mitad del primer patio. Era lo primero que veían los visitantes a la casa de don Flavio de la calle Lara. Estuvo allí desde los  tiempos coloniales, hasta que un buen día desapareció sin dejar rastro.
La casona colonial, le fue modificada su fachada, cuando llegó la moda afrancesada en tiempos de Guzmán Blanco. Al Viejo frente Andaluz le hicieron un bulevar, a la usanza del Paris del segundo imperio. Con un altorrelieve que representaba el solsticio de verano. Por las tardes los godos ricos de la casa, caminaban por debajo, de las columnas de medio canon. Peinadas con moños sostenidos por peinetas de carey, de sombrillas. Vestidos largos de armadores, siempre a la moda de Europa, comprados a los contrabandistas holandeses de las islas próximas a Coro. De velos negros que le cubren la cabeza, se dirigían a la Iglesia Matriz de San Juan Bautista.
Don Flavio salía por las noches a espantar. Se desplazaba entre los cuartos que se comunican en su interior. A media noche, cuando búho canta en el campanario de la Iglesia vecina, recorría los largos pasillos, para detenerse a los pies del Perro de marmolina. Para desaparecer en la entrada del cuarto principal.
El brujo que tenía la facultad de hablar con los muertos. Nunca llegó a entablar un dialogo con el ánima en pena. Todas las noches, le hacia cacería, para que le indicará el sitio exacto donde estaba el entierro. La chigua con morocotas esperaba por el. En Cualquier rincón o patios de la vieja casona. Podía cambiarle el destino. Con Monseñor Mariano Martí no se metía. Quien se había alojado en sus aleros, durante la visita y en donde permaneció durante seis meses, consignando los pecados de los pastores y su grey, durante la visita pastoral a la Provincia de Venezuela en 1776. Muy difícil que este príncipe de la Iglesia católica, supiera del lugar del entierro, durmiendo en un cobertizo que estaba al final del segundo patio, ocupado en consignar en la criba los bienes y  la concupiscencia y de clérigos y legos-

Septiembre 2019
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LOS VUELOS PROGRAMADOS
 Todos los jueves en la mañana, una avioneta daba vueltas en círculos, sobre los cielos de la pequeña urbe. Era el doctor Santelis que venía a operar. Todo el pueblo sabía que este médico cirujano, nacido en la Otra Banda, estaba dotado de una gran humanidad. Piloteaba su propio avión para operar: Amígdalas, Vesículas, Apéndices, labios leporinos, verrugas.
Cuando el avioncito biplaza, pasaba surcando el cielo de Carora, con el ruido de motor asmático. Mi mamá siempre salía a verlo en el firmamento y decía: “Ese era mi prometido para casarme con el. Pero me desesperé y me fui con el negro ese de tu papá”.
Cuando el Aeropuerto de la Greda tenía mucho movimiento aéreo. Aterrizaban líneas aéreas todos los días. Aeropostal y Avensa, cubren la ruta Carora-Maiquetía. Anualmente viene un Helicóptero de la Escuela de Aviación Militar, y les daban vueltas a los estudiantes del Liceo Egidio Montesinos. Promocionando la carrera de Piloto de combate. En una de esas venidas se engancho el “coloso” Suarez. Fueron los años en que se incendió el avión de carga, que traía un ganado de raza de la Florida en Estados Unidos. La gente sacó las reses vivas del fuselaje, y no le paraba bolas a la amenaza de la explosión del tanque de kerosina.
Cuando la avioneta que lanzó flores rojas sobre la ciudad. En señal de duelo. Daban el último adiós a Chabeto Álvarez. En señal de duelo los integrantes de Aeroclub de Barquisimeto, surcaban los cielos, alarmando a la población, que miraba con extrañeza, que la gente no acudía al llamado del viejo Cirujano de San Francisco. Cuando eso pasó, ya el viejo Campo de Aviación luce abandonado. Lleno de monte: Sin el alfajol que bordeaba la pista de aterrizaje, protegiéndola de invasores y transeúntes, que cortaban camino para llegar al Hospital.
El abandono del viejo Campo de Aviación, nos obliga a ir a la playa de La Guzmana, para presenciar: el aterrizaje de un avioncito Mustang, desecho de la segunda guerra mundial, que como un moscardón dio muchas vueltas, sobre nuestras cabezas, buscando un sitio para posarse en tierra. Venían a buscar a mi Padre y a su amigo Fariñas, quienes habían tumbado el Dique que vitaba se saliera el río Morere, durante el invierno, y no se ahogaran los blancos godos de los alrededores de la Plaza Bolívar-

Septiembre de 2019
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EL HUESPED INCOMODO

Cuando mi hermana Siria se caso con el enano Luis Castillo, mi mamá les cedió  cuarto, con salida a la calle, para que vivieran con nosotros. En la vieja casa de la 22 entre 40 y 41. Ese momento –aparentemente muy banal- va a marcar mi vida para siempre.
En la vieja casa del barrio “el pegón “ de Barquisimeto. Vendida por mi abuelo Joseito Mosquera  a mi papá por una módica suma por estar en la periferia. Fue escenario de grandes acontecimientos como: el matrimonio de velo y corona de mi hermana mayor. Pero antes de eso, en su sala principal se habían velado, las dos viejitas que criaron a mi mamá Hilda: Dolorita y Cecilia. También al Ángel con las alas de cartulina azul, adornado con trinitarias rojas y blancas, traídas del patio de la señora Juana. MI abuelo Joselito no, porque el murió en Cabo Blanco en la Guaira, por eso de la Lepra, que le había deformado el rostro, por lo cual usaba una máscara de lucha libre. A la casa llegaban los tíos de Carora: Juan Vicente y Miguel, hijos de donTita Riera y la india Jeronimita; además los hijos del segundo matrimonio con el “cojo” Victoriano: José Esteban, Benito y Jacobo el grin espor.

La casa que la habían dividido en dos partes, para vender una. Fue sede de la zapatería de mi papá Tiste Querales. Fueron los años en que entró el capitalismo a Barquisimeto y el primer burdel “el Kilometro Uno” de Mercedes Lobaton. Quien nunca pudo elaborar el duelo, por la muerte repentina de Rafelito Gómez. Estrella fugaz del lenocinio. Sus cuartos abandonados, llenos de ánimas en pena. Dejaron una disposición en mí a rechazar los lugares húmedos y fríos. Única cosa que recuerdo de los siete años en que duró mi cautiverio. Etapa de primera infancia, donde estuve oculto e impedido de salir por Dolorita. También se repite en mi memoria profunda el destello de la luz que irradian las velas de los santos que se muestran en la repisa.

Cuando muere el enano Luis, siento que la casa se libra del sortilegio que la rodea. Aquella construcción rodeada de estructuras igual de abandonadas y entropica. Cuyo fondo es el Cementerio de Bella Vista. Ruina y destrucción, llena de buhoneros por sus aceras. Por esa parte de la ciudad abundan nubes de indigentes, ofreciendo en improvisadas mesas mercancías como leznas e hilo encerado para remendar zapatos.

Septiembre de 2019
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EL CENTRO PUEBLO APARTE

Para conmemorar los 400 años de la fundación de la ciudad. A Domingo Pintado, se le ocurrió que los barrios de la pequeña urbe, deberían de tener un Centro Social y Deportivo, muy parecido al elegante y selectivo “Club Boves”.  
Pero bien alejado de este, y del grupo social dominante. Ni siquiera en el centro de la ciudad, sino en un suburbio, más allá del Puente “el Néctar”. Se programaron grandes actividades en el marco de la celebración: concursos de bailes, rifas, maratones, carreras de bicicleta, concursos de belleza, etc.
Como toda copia, el Centro no se parecía en nada al original de los godos de la calle San Juan. Simple tolerancia e hipocresía de los blancos de la plaza. Que escogían una pequeña muestra de un sector de la clase media. Desclasada y perruna. Pero hasta allí.
Cuando tocó seleccionar a la Reina de Belleza, los dueños del poder político y económico. Se fijaron en Judith Sáez. Mi compañera del cuarto año de Humanidades en el Liceo Egidio Montesinos. Era blanca, de ojos claros, nariz aguileña, pelo amarillo y buenas piernas. Su única diferencia era que no vivía en la zona colonial. El callejón 14 de febrero nada que ver. Para que se sintiera excluida, el comité de celebración, le había escogido un novio, blanco también, hijo de la burguesía, que hacía el sacrificio.
Los bailes de fines semana, eran esperados con gran entusiasmo. Lo que si abundaban eran los Concursos de baile, que durante tres días, sin interrupción  exigían de las parejas un gran sacrificio. Mientras tanto hombres y mujeres se movían, solos y acompañados, al compas de: merengues, guarachas, pasodobles, vallenatos. Como en los pueblos de plantaciones de algodón en el Dif Soud norteamericano. Como en los años de la depresión del 29. Para que finalmente, ganara Carlos “el sospechoso”. Medallista de oro en cuanta competencia organizaba el famoso Centro.

Septiembre de 2019

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LAS RUINAS DE LA PLAZA TORRES

Durante muchos años estuvieron las ruinas de la Iglesia de San José. Sin que nadie se metiera con ellas. El templo nunca fue destruido por un terremoto o por un bombardeo. Ni la guerra de independencia, ni la guerra federal, habían contribuido a su estado de permanente anomia. Nunca se terminó su construcción.
Cuando al templo hubo de colocarle el techo, ocurrió el imprevisto. La certeza que una gran Serpiente marina, llena de peces en su interior. Vivía enterrada justo debajo del recinto religioso. En algún momento la gran Serpiente marina, parecida a un Dragón, se puede morder la cola. Produciéndose un estremecedor movimiento telúrico, destruyendo toda la ciudad con su tabernáculo.
Cuando mi mamá, visitaba a su familia, prefería quedarse en las ruinas de la Plaza Torres. Mi tía Josefina o Pina, se había mudado para el interior  de las ruinas. Allí, entre los arcos de una nave lateral abrió un Restaurant; El Morrocoy  Azul.
Mis tíos cuidaban las ruinas, como las niñas de sus ojos. Un día se desprendió Salomón  del campanario, también inconcluso, tratando de atrapar unos pichones de paloma. Mi tía Pina agarró tremenda arrechera.
Cuando los adecos alcanzan el poder durante el llamado trienio adeco de 19451-1948. Che Ramón Hernandez, aprovecho su influencia en el gobierno para comprar las ruinas a la Iglesia Católica. Che Ramón no creyó en la existencia de la gran Serpiente marina que se muerde la cola. Transformando los muros de piedra en material de construcción, vendiéndolas como cualquier cosa que hay borrar de la memoria de los Caroreños.

Septiembre de 2019
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EL SANTON
Domingo Pintado, había convencido a los sectores populares, de celebrar los 400 años, de forma conjunta. Su tesis de pan y circo se había impuesto.
Agua y fiesta, por medio de la cual los blancos de la plaza, seguían como en los primeros años de la conquista y colonización. Como si a la Corona española, no se hubiera vencido con las armas patriotas en las primeras décadas del siglo XX.
El blanco criollo, descendiente de Encomendero, se unieron al proceso emancipador, por la cual les correspondió el poder político, de los nuevas Repúblicas de los reinos españoles de América.
En los periodos republicanos, el paisaje social no sufrió ninguna modificación. Todo permaneció inalterable. El latifundio y el esclavismo, caracterizaba a los Estados regidos por los héroes de las guerras de independencia.
Domingo Pintado, como Santón de las elites dominantes. Obligó al Estado burgués a construir cuatro represas, a nombre de las mayorías, que tradicionalmente padecen de sed. Simple argucia para favorecer a latifundistas y ganaderos, que poseían las mejores tierras.
Todo el agua del Municipio se represó, tal mar de agua se evapora en e aire, sin que nadie se beneficie. Ni una gota  le ha llegado a los campesinos de la serranía y la tierra semiárida, menos a las barriadas de la pequeña urbe.
Hoy, cuarenta años después, los problemas son los mismos, agravados por el desgobierno que impera, y la receta que aplica el PSUV del Socialismo del siglo XXI.

Septiembre de 2019

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