DIAS DE
FUNDACION. (RELATOS)
JUANDEMARO
QUERALES (SEPTIEMBRE2019)
CARORA
PORTADA:
COMPOSICIÓN MURAL Y ÓLEO DE CHANITA COLOMBO.
EMILITA EN EL AVION SINIESTRADO
Por:
Juandemaro Querales
El
avión de Aeropostal, aterrizó de emergencia en el campo de aviación de La Greda.
De su interior bajó la cantante estrella
de la Orquesta “Los Melódicos”: Emilita Dago. Los curiosos habían venido de
toda Carora. El pueblo dejó lo que estaban haciendo a esa hora, para ver a los
artistas de la afamada banda musical.
Habían
visto con sorpresa el rostro de la legendaria cantante cubana. Y a nadie le
pareció una gran vaina. Ya que no coincidía en nada con la que salía en la
caratula de los discos. En el lomplay la retrataban encaramada sobre el capó de
un carro convertible. Con un fondo de playa. Allá en Caraballeda, con el
Macuto Sheraton cubriendo el mar, los bañistas y los veleros
de la gente pudiente. Hotel que sufrió los estragos del terremoto de 1968.
Abandonado por presentar fallas estructurales, siendo guarida de antisociales e
indigentes. De tanto esperar su reapertura y el turismo de afuera. Se llenó
nuevamente de damnificados cuando el `deslave del Ávila en 1989. Allí estaban
los sobrevivientes de la tragedia que asolo desde Blandin, Punta de Mulatos y
Carmen de Urea. También entre el río de piedras, carros, animales, flotaban
cuerpos descompuestos que esperaban por reconocimiento y cristiana sepultura.
Otra ves Emilita, a quien la veo durante mis sueños húmedos, en las noches calurosas
de mi pequeña urbe. Celándola del Míster Chile. Aquel luchador: Técnico, de
lucha libre. Quién se peinaba mirándose en un espejo, en un rincón del ring,
por el secon, que terminaba de quitarle delicadamente la capa. Antes de cada
pelea, Todos los domingos en el Palacio de los Deportes, en la Avenida San
Martin, transmitido por Venevisiòn. Venir a morir calcinado en un
Estacionamiento de Plaza Capuchinos. Que me dijo el poeta Chuchù Salazar, en la Librería Kuai
Mare, de las torres de El Silencio. Y aquella mujer, que no es la de la
caratula del LP 33. Que bajó del tobogán de emergencia, cuando se trataba de
mar. Toda una bruja, espeluca, y la muchedumbre
que se fue en el acto, decepcionada, arrecha. Y la cantante espeluca, en
prueba de su deslealtad para con ella, le dedica esa canción con letra escrita
a los coñazos. Para congraciarse con ese público, difícil, que la imaginaba
buenota, en vestido de encajes de forma de sirena, salida como la Venus de la
mitología del mar de Naiguatá, entre olas y cantos de gaviotas. Nunca de entre objetos
de ese Armagedón, de maderas, carros, cuerpos flotando y niños y ancianos
buscando entre los escombros a sus familiares. Ya el avión de Aeropostal, como
todas las mañanas se detiene frente al galpón que hace las veces de Aeropuerto
en la Ciudad del Morere. Después de pasar el día reponiéndose del gran susto
por el aparatoso aterrizaje, llega al Centro Lara, hermosamente vestida, donde
es recibida en la puerta por Expedito Cortes, y la Orquesta con sus metales
comienza con un popurrí de canciones.
Septiembre
de 2019
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RETIRO DEL CADÁVER
Cuando se sintió
morir, mandó a buscar a su hermano menor. Este no le dio ganas de visitarlo, allá
en el único cerro de Barquisimeto. Donde vive columpiando y se siente y se ve
el viejo ferrocarril cuando pasa por la Estación de San Jacinto sin detenerse,
en su travesía hacia el Puerto.
Esta familia a
decir de mi señora es muy extraña. Aquí todo el mundo termina solo. Jorge a
pesar de haber procreado 16 hijos en dos matrimonios. Nadie lo acompañó en sus
días postreros. Agonizó íngrimo y solo. No hubo santos oleos. Ni
arrepentimientos o reconciliación con el catolicismo. Ingresado como indigente
al Hospital de la ciudad. Murió con la misma ropa con la que entró a
emergencia. Aquel ser, que una vez era fornido, fisicultturista y levantador de
pesas. Era solo un cadáver, calvo y espesa barba, sucia y descuidada.
Allí estuvo, sin
conocimiento, sin darse cuenta que moría muy lentamente. Nadie se ocupaba de
el. Nadie se había acercado al Centro hospitalario, a preguntar. ¿Qué hay de la
vida del moribundo, Jorge Max? Mi hermano mayor; quien nos castigaba, cuando
nos portábamos mal. Fue un Padre para nosotros los hermanos más pequeños.
Tirado en esa sucia
camilla, allá en lo más recóndito de su memoria perdida por el ACV. Mi hermano
mayor, consentido de mi mamá, que creía que iba a ser tullido, porque camino
después de los siete años. Fisicultturista y levantador de pesas. Quien iba a
creer que aquel joven, muy dado en pasear e ir a fiestas con picó. Con Aida y
Alfredo Lucena. Los de la casa de al frente. Gente rica. Hijos de un prospero
comerciante de frutas que traía de tierras altas. Su prosperidad era tan
evidente que tenían una piscina`juanto a Mauricia la de Poa poa conformaban la
pequeña burguesía del barrio “Los colerientos”.
Nadie se molestaba
en reclamar tu cadáver. Hasta que tu hermano menor. Te reconoció y se hizo
responsable de tu entierro. Del fisicultturista, levantador de pesas, solo
queda una osamenta delgada, desdentada y calva, a punto de explotar y con
gusanos que ya hacen su trabajo. Al que nadie se molesta en darle cristiana
sepultura.
Septiembre de 2019
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EL
PERRO DE MARMOLINA
El perro de marmolina, plantado en mitad del
primer patio. Era lo primero que veían los visitantes a la casa de don Flavio
de la calle Lara. Estuvo allí desde los
tiempos coloniales, hasta que un buen día desapareció sin dejar rastro.
La casona colonial,
le fue modificada su fachada, cuando llegó la moda afrancesada en tiempos de Guzmán
Blanco. Al Viejo frente Andaluz le hicieron un bulevar, a la usanza del Paris
del segundo imperio. Con un altorrelieve que representaba el solsticio de
verano. Por las tardes los godos ricos de la casa, caminaban por debajo, de las
columnas de medio canon. Peinadas con moños sostenidos por peinetas de carey,
de sombrillas. Vestidos largos de armadores, siempre a la moda de Europa,
comprados a los contrabandistas holandeses de las islas próximas a Coro. De
velos negros que le cubren la cabeza, se dirigían a la Iglesia Matriz de San
Juan Bautista.
Don Flavio salía
por las noches a espantar. Se desplazaba entre los cuartos que se comunican en
su interior. A media noche, cuando búho canta en el campanario de la Iglesia
vecina, recorría los largos pasillos, para detenerse a los pies del Perro de
marmolina. Para desaparecer en la entrada del cuarto principal.
El brujo que tenía la
facultad de hablar con los muertos. Nunca llegó a entablar un dialogo con el ánima
en pena. Todas las noches, le hacia cacería, para que le indicará el sitio
exacto donde estaba el entierro. La chigua con morocotas esperaba por el. En
Cualquier rincón o patios de la vieja casona. Podía cambiarle el destino. Con
Monseñor Mariano Martí no se metía. Quien se había alojado en sus aleros,
durante la visita y en donde permaneció durante seis meses, consignando los
pecados de los pastores y su grey, durante la visita pastoral a la Provincia de
Venezuela en 1776. Muy difícil que este príncipe de la Iglesia católica,
supiera del lugar del entierro, durmiendo en un cobertizo que estaba al final
del segundo patio, ocupado en consignar en la criba los bienes y la concupiscencia y de clérigos y legos-
Septiembre 2019
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LOS VUELOS PROGRAMADOS
Todos los jueves en la mañana, una avioneta
daba vueltas en círculos, sobre los cielos de la pequeña urbe. Era el doctor Santelis
que venía a operar. Todo el pueblo sabía que este médico cirujano, nacido en la
Otra Banda, estaba dotado de una gran humanidad. Piloteaba su propio avión para
operar: Amígdalas, Vesículas, Apéndices, labios leporinos, verrugas.
Cuando el avioncito
biplaza, pasaba surcando el cielo de Carora, con el ruido de motor asmático. Mi
mamá siempre salía a verlo en el firmamento y decía: “Ese era mi prometido para
casarme con el. Pero me desesperé y me fui con el negro ese de tu papá”.
Cuando el
Aeropuerto de la Greda tenía mucho movimiento aéreo. Aterrizaban líneas aéreas
todos los días. Aeropostal y Avensa, cubren la ruta Carora-Maiquetía.
Anualmente viene un Helicóptero de la Escuela de Aviación Militar, y les daban
vueltas a los estudiantes del Liceo Egidio Montesinos. Promocionando la carrera
de Piloto de combate. En una de esas venidas se engancho el “coloso” Suarez.
Fueron los años en que se incendió el avión de carga, que traía un ganado de
raza de la Florida en Estados Unidos. La gente sacó las reses vivas del
fuselaje, y no le paraba bolas a la amenaza de la explosión del tanque de
kerosina.
Cuando la avioneta
que lanzó flores rojas sobre la ciudad. En señal de duelo. Daban el último
adiós a Chabeto Álvarez. En señal de duelo los integrantes de Aeroclub de Barquisimeto,
surcaban los cielos, alarmando a la población, que miraba con extrañeza, que la
gente no acudía al llamado del viejo Cirujano de San Francisco. Cuando eso pasó,
ya el viejo Campo de Aviación luce abandonado. Lleno de monte: Sin el alfajol
que bordeaba la pista de aterrizaje, protegiéndola de invasores y transeúntes,
que cortaban camino para llegar al Hospital.
El abandono del
viejo Campo de Aviación, nos obliga a ir a la playa de La Guzmana, para presenciar:
el aterrizaje de un avioncito Mustang, desecho de la segunda guerra mundial,
que como un moscardón dio muchas vueltas, sobre nuestras cabezas, buscando un
sitio para posarse en tierra. Venían a buscar a mi Padre y a su amigo Fariñas,
quienes habían tumbado el Dique que vitaba se saliera el río Morere, durante el
invierno, y no se ahogaran los blancos godos de los alrededores de la Plaza
Bolívar-
Septiembre de 2019
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EL
HUESPED INCOMODO
Cuando mi hermana
Siria se caso con el enano Luis Castillo, mi mamá les cedió cuarto, con salida a la calle, para que
vivieran con nosotros. En la vieja casa de la 22 entre 40 y 41. Ese momento
–aparentemente muy banal- va a marcar mi vida para siempre.
En la vieja casa
del barrio “el pegón “ de Barquisimeto. Vendida por mi abuelo Joseito
Mosquera a mi papá por una módica suma
por estar en la periferia. Fue escenario de grandes acontecimientos como: el
matrimonio de velo y corona de mi hermana mayor. Pero antes de eso, en su sala
principal se habían velado, las dos viejitas que criaron a mi mamá Hilda:
Dolorita y Cecilia. También al Ángel con las alas de cartulina azul, adornado
con trinitarias rojas y blancas, traídas del patio de la señora Juana. MI
abuelo Joselito no, porque el murió en Cabo Blanco en la Guaira, por eso de la
Lepra, que le había deformado el rostro, por lo cual usaba una máscara de lucha
libre. A la casa llegaban los tíos de Carora: Juan Vicente y Miguel, hijos de
donTita Riera y la india Jeronimita; además los hijos del segundo matrimonio
con el “cojo” Victoriano: José Esteban, Benito y Jacobo el grin espor.
La casa que la
habían dividido en dos partes, para vender una. Fue sede de la zapatería de mi papá
Tiste Querales. Fueron los años en que entró el capitalismo a Barquisimeto y el
primer burdel “el Kilometro Uno” de Mercedes Lobaton. Quien nunca pudo elaborar
el duelo, por la muerte repentina de Rafelito Gómez. Estrella fugaz del
lenocinio. Sus cuartos abandonados, llenos de ánimas en pena. Dejaron una
disposición en mí a rechazar los lugares húmedos y fríos. Única cosa que
recuerdo de los siete años en que duró mi cautiverio. Etapa de primera
infancia, donde estuve oculto e impedido de salir por Dolorita. También se
repite en mi memoria profunda el destello de la luz que irradian las velas de
los santos que se muestran en la repisa.
Cuando muere el
enano Luis, siento que la casa se libra del sortilegio que la rodea. Aquella
construcción rodeada de estructuras igual de abandonadas y entropica. Cuyo
fondo es el Cementerio de Bella Vista. Ruina y destrucción, llena de buhoneros
por sus aceras. Por esa parte de la ciudad abundan nubes de indigentes,
ofreciendo en improvisadas mesas mercancías como leznas e hilo encerado para
remendar zapatos.
Septiembre de 2019
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EL CENTRO PUEBLO APARTE
Para conmemorar los
400 años de la fundación de la ciudad. A Domingo Pintado, se le ocurrió que los
barrios de la pequeña urbe, deberían de tener un Centro Social y Deportivo, muy
parecido al elegante y selectivo “Club Boves”.
Pero bien alejado
de este, y del grupo social dominante. Ni siquiera en el centro de la ciudad,
sino en un suburbio, más allá del Puente “el Néctar”. Se programaron grandes
actividades en el marco de la celebración: concursos de bailes, rifas,
maratones, carreras de bicicleta, concursos de belleza, etc.
Como toda copia, el
Centro no se parecía en nada al original de los godos de la calle San Juan.
Simple tolerancia e hipocresía de los blancos de la plaza. Que escogían una
pequeña muestra de un sector de la clase media. Desclasada y perruna. Pero
hasta allí.
Cuando tocó
seleccionar a la Reina de Belleza, los dueños del poder político y económico. Se
fijaron en Judith Sáez. Mi compañera del cuarto año de Humanidades en el Liceo
Egidio Montesinos. Era blanca, de ojos claros, nariz aguileña, pelo amarillo y
buenas piernas. Su única diferencia era que no vivía en la zona colonial. El
callejón 14 de febrero nada que ver. Para que se sintiera excluida, el comité
de celebración, le había escogido un novio, blanco también, hijo de la burguesía,
que hacía el sacrificio.
Los bailes de fines
semana, eran esperados con gran entusiasmo. Lo que si abundaban eran los
Concursos de baile, que durante tres días, sin interrupción exigían de las parejas un gran sacrificio.
Mientras tanto hombres y mujeres se movían, solos y acompañados, al compas de:
merengues, guarachas, pasodobles, vallenatos. Como en los pueblos de
plantaciones de algodón en el Dif Soud norteamericano. Como en los años de la
depresión del 29. Para que finalmente, ganara Carlos “el sospechoso”.
Medallista de oro en cuanta competencia organizaba el famoso Centro.
Septiembre de 2019
LAS RUINAS DE LA PLAZA TORRES
Durante muchos años
estuvieron las ruinas de la Iglesia de San José. Sin que nadie se metiera con
ellas. El templo nunca fue destruido por un terremoto o por un bombardeo. Ni la
guerra de independencia, ni la guerra federal, habían contribuido a su estado
de permanente anomia. Nunca se terminó su construcción.
Cuando al templo
hubo de colocarle el techo, ocurrió el imprevisto. La certeza que una gran
Serpiente marina, llena de peces en su interior. Vivía enterrada justo debajo
del recinto religioso. En algún momento la gran Serpiente marina, parecida a un
Dragón, se puede morder la cola. Produciéndose un estremecedor movimiento
telúrico, destruyendo toda la ciudad con su tabernáculo.
Cuando mi mamá,
visitaba a su familia, prefería quedarse en las ruinas de la Plaza Torres. Mi tía
Josefina o Pina, se había mudado para el interior de las ruinas. Allí, entre los arcos de una
nave lateral abrió un Restaurant; El Morrocoy Azul.
Mis tíos cuidaban
las ruinas, como las niñas de sus ojos. Un día se desprendió Salomón del campanario, también inconcluso, tratando
de atrapar unos pichones de paloma. Mi tía Pina agarró tremenda arrechera.
Cuando los adecos
alcanzan el poder durante el llamado trienio adeco de 19451-1948. Che Ramón
Hernandez, aprovecho su influencia en el gobierno para comprar las ruinas a la
Iglesia Católica. Che Ramón no creyó en la existencia de la gran Serpiente
marina que se muerde la cola. Transformando los muros de piedra en material de
construcción, vendiéndolas como cualquier cosa que hay borrar de la memoria de
los Caroreños.
Septiembre de 2019
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EL SANTON
Domingo
Pintado, había convencido a los sectores populares, de celebrar los 400 años,
de forma conjunta. Su tesis de pan y circo se había impuesto.
Agua
y fiesta, por medio de la cual los blancos de la plaza, seguían como en los
primeros años de la conquista y colonización. Como si a la Corona española, no
se hubiera vencido con las armas patriotas en las primeras décadas del siglo
XX.
El
blanco criollo, descendiente de Encomendero, se unieron al proceso emancipador,
por la cual les correspondió el poder político, de los nuevas Repúblicas de los
reinos españoles de América.
En
los periodos republicanos, el paisaje social no sufrió ninguna modificación.
Todo permaneció inalterable. El latifundio y el esclavismo, caracterizaba a los
Estados regidos por los héroes de las guerras de independencia.
Domingo
Pintado, como Santón de las elites dominantes. Obligó al Estado burgués a
construir cuatro represas, a nombre de las mayorías, que tradicionalmente
padecen de sed. Simple argucia para favorecer a latifundistas y ganaderos, que
poseían las mejores tierras.
Todo
el agua del Municipio se represó, tal mar de agua se evapora en e aire, sin que
nadie se beneficie. Ni una gota le ha
llegado a los campesinos de la serranía y la tierra semiárida, menos a las barriadas
de la pequeña urbe.
Hoy,
cuarenta años después, los problemas son los mismos, agravados por el
desgobierno que impera, y la receta que aplica el PSUV del Socialismo del siglo
XXI.
Septiembre
de 2019
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