Libros En Digital iniciando este año 2018 trae a su lectores Lapidado, Poemas, del Dr. Juandemaro Querales. Libro ganador del Concurso Literario Historias de Barrio Adentro, del Fondo Editorial El Perro y La Rana. Esperamos sus comentarios.
Lapidado - Poemas de JUANDEMARO QUERALES
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I
Quiero
comenzar
echando
fuegos
Incinerar
aún más
la
capa desnuda
que
como lava fría
sirve
de piso
a mi
espacio vital
Escondido
hueco enceguecedor
que
eliminó cualquier vestigio
de
representación de un edén
Despierto
y le doy cuerda
A mi
imaginación que concentra
Miles
de vivencias
I
El
edén está situado
en
el interior de una cárcel
de
altas murallas
rodeada
de soldados
con
armaduras relucientes
Escudos,
adargas, espadas
y
catapultas
El
loco que habita en mí
ha
querido fugarse
por
los albañales de la fortaleza
III
Paisajes
arrasados
simulan
espejos
donde
gravitan edades geológicas
como
altorrelieves
que
son observados desde el atalaya
de mis
verdosas colinas
IV
Me
vi en fondo de un río perdido
Un
rostro risueño con yelmo
empenachado
se
descompone en millones
de partículas
que
cierran la cuadratura del
círculo
nieves
perpetuas apenas
modifican
la frente sudorosa
de
aquel paisaje solar
herido
por las altas temperaturas
V
La
barcaza de tus captores
te
obligan a marchar
por
ríos tropicales infestados
de
cocodrilos aburridos
anacondas
del mismo color
de
las aguas
Mujeres
de rostros contraídos
ocultan
una pena que difícilmente
los
cazadores de infieles
podrán
borrarlas con cuchillo
soga
y violación
VI
Los
misterios de mi pequeño mundo
los
amplía las rozaduras
que
le hacen cada nuevo forastero
desesperado
por dialogar y viajar
a
remotos confines
por
donde deambulan
cruzados
de las órdenes del temple
los
hermanos del santo sepulcro
y la
hermandad teutona
VII
Hoy te canto Inés de Hinojosa
con
la autoridad suprema
que
me da la cercanía
de
mis orígenes
De
aquella ciudad castiza
recién
fundada de casas
de
tapia y encaladas
con
olores de plantas y animales
vivos
y resinas perfumadas
que
trazaron tu destino
Allí
sacrificaste a Don Pedro de Ávila
tu
primer marido
varios
estoques clavados en el
pecho
lo despacharon sobre
tus
empedradas calles
Carora
ciudad pecadora
condenada
un siglo después
por
monseñor Mariano Martí
Jorge
Voto bailarín y asesino
apuesto
y gentil hombre
cobraste
el crimen gozando
el
cuerpo perfecto
de
la viuda ardiente
VIII
Inés
y Juana
pájaros
heridos
y
fulminados después
Lunas
acuosas
que
apenas iluminan sus pieles
brotadas
de fuego
El
árbol del que cuelga Inés
será
talado y aserrado
para
convertirlo en arquitrabe
y
columnas de la iglesia
de
San Juan y llayas
de
San Dionisio
IX
Juanita
de Hinojosa
se
refugia en cráteres
que
fueron antiguas moradas
de
grandes paquidermos
adormilados
en urnas de
cristal
con leyendas rubricadas
con
la ayuda de una vieja
rémington
Hetaira
meda
con
ropas de seda y muselina
gimes
sin disimular
mientras
un borracho
con
falo enhiesto penetra
tus
carnes sin mediar palabra
X
A mi
padre en su memoria
después
de convertido en polvo
cósmico
-héroe- poco historiado
conjunto
de guerrero y ópalo
sin
cara decorada con achiote
blandiendo
una hacha de piedra
Venado,
serpiente, pájaro
de
variados colores y música
de
conservatorio
La
greda y el semen
fundaron
una raza
para
ser cazados y disecar
sus
cabezas para que sirvan
de
percheros
XI
Al
abuelo enigmático
guerrero
de la secta secreta
de
Hassam el medo su cuchilla
ex-calibea
no conoció
reparo
para cortar vidas
Aves
neutralizadas al sólo
pestañar
sobre el árbol venenoso
que
se adorna con flores blancas
de
las que chorrea una resina
que
se pega a la piel y cauteriza
dejando
una cavidad podrida
donde
la escama marrón
traza
una línea fronteriza con los
leucocitos
XII
En
una playa de arenas cálidas
jóvenes
guerreros muestran sus
coronas
emplumadas de variados
colores
Una
hecatombe borró
miradas
de gavilán y el
cristofué,
también de la cotorra
y el
jaguar que por ese motivo
cesanteó
su mandíbula
fatal
Como
cualquier pareja edénica
necesité
mi propio barro
XIII
Mi
padre como cualquier rabí
le
sacó a mi madre siete demonios
purificada
la novia-viuda
vivió
en su propio huerto de los olivos
con
cayenas, olivos machos, cujíes
semerucos
y ceibas
La
rutina de la hortelana
se
había acostumbrado a la luz
opaca,
la humedad, la fragancia
de
los bosques y los miles de seres vivos
de
ésta vía láctea
XIV
Guerrero
descastado
que
recorrió los puertos del oriente
próximo
haciendo
votos de castidad
pobreza
y obediencia, monje
soldado
que sólo
quería
ser enterrado dentro de las
murallas
de la Jerusalén cristiana
XV
Los
muros destripados de la muralla
la
docena de cadáveres diseminados
en
todas direcciones, espectáculo
reservado
al gran saladino de
Egipto.
Distante orbe de
dualistas
náufragos en orillas
distantes
de mares sin albatros
XVI
Perro
olisqueador de sexos
sólo
un serrallo transportado
por
caravanas cubiertas de vistosas
telas,
acompañan a Alejandro
en
su expedición a la India
XVII
Intruso
de habitaciones sin ventana
sin
cerraduras y menos de llaves
Demonio
lúbrico que eyecta
semen
al
menor roce
XVIII
Reo
de una vieja cuidadora
de
la memoria hierofónica de una
antigua
creencia
Sacerdotes
e
iniciados en contacto con
zoroastristas
de Persia, copulan
a
gatos negros, se masturban
sobre
un crucifijo y adornan
una
cabeza sobre una bandeja
TENDIDA DE MANO
XIX
Ave
que enmudece
como
producto de un rayo
pulverizador.
Las noches
cayeron
sin esperarlas
durante
veinticuatro años
clima
polar que acabó
con
la vida, sólo cenizas
y
cuerpos congelados
XX
El
milenarismo frecuente
nos
enturbia la vida
una
y otra vez
Cuerpo
aterido busca
calentarse
en una aparente
hoguera
en el centro de un
vasto
mundo, sin insectos
y
sin grandes aves
XXI
La
montaña aparece en la
mañana,
con el clarear del día
a
mediodía se dispersa en el
océano
de arena, la tierra
trae
su marea de pinzas
y
patas que sube a la superficie
desde
la corteza cavernosa
XXII
La
ciudad se pierde en múltiples
luces,
a lo lejos asemeja
una
montaña de cristales
en
roce permanente
Homo
sapiens herido
se
embriaga como bestia
de
los primeros días
Vendrán
los días en que
una
lluvia de polvo y ceniza
tapice
este cielo
XXIII
La
isla de Fernando Po
o
isla de Bioco sorprende
por
la negrura de su selva
El
volcán presencia cómo
bestia
prehistórica de aquellos
nubios
del Cantar de los Cantares
Carlitos
Bacale no vino
a
América con cepo y engrillado
Raza
de ébano que enciende
velas
durante el día sin
motivos
aparente para no
apagarse
mientras tanto
las
fastidiosas moscas sopetean
unos
panes expuestos al desesperante
calor
húmedo
XXIV
A
veces siento una gran orfandad
la
misma de mis antepasados
solos
y demolidos por el cansancio
de
girar en redondo
XXV
Cuando
pasan preguntando por los míos
enmudezco
por minutos
días
y siglos
No
se han ido
conviven
en mi atolondrado horario
de
silencios, soledades y circunloquios
uno
sólo está con vida
en
un sanatorio de los altos de Yaracuy
su
cuerpo se desmorona lentamente
cuando
sólo le quede el torso
lo
traeremos en desfile
XXVI
La
noche se hizo para ver seriales de TV
para
rascarse el culo y la entrepiernas
también
para ocuparse del cansancio
del
caminar y el ciclismo
Esta
noche quiero entregarme
a
las corrientes de los ríos
de
los vientos que bajan de la cordillera
metamorfoseado
en una pesada águila
descender
en unos paisajes ignotos
donde
es difícil ver la luz del sol
XXVII
La
estirpe se funda con un abstemio
y
una judía
el
abstemio murió invadido por fantasmas
y la
judía desapareció
entre
calles y habladurías
XXVIII
La
memoria es una granada fragmentaria
cuando
explota en mi cara
me
hunde esquirlas en mi cuerpo
me
duele todo
en
especial cuando paso revista
a
los objetos
unos
perdidos y otros anómicos
XXIX
De
los malditos materialismos
sólo
me queda
una
trapa de cuasi-ascetas
De
las batallas perdidas
sólo
queda el consuelo
de
pararnos de nuevo
a
fin de que nos vuelvan a derribar
XXX
El
primer ídolo de mi altar particular
es
un ángel de cemento pintado de rosado
con
armazón de cabilla
Con
verdadera propiedad sobrenatural
una
madre se aferraba a él
Hoy
luce careado, fracturado
la
estructura de cabillas
y el
rostro sin nariz
evidencia
que por aquí pasó
un
terremoto
XXXI
El
hermano Domingo Sánchez
siempre
me ha brindado
su
solidaridad a la hora de las chiquitas
Mi
hermano el brujo lo evoca
aspirando
tabacos de mala calidad
que
se queman de desigual manera
Que
pensará el hermano Domingo
con
tanta suciedad modernista
que
le echan en su altar
Un
ave triste hace escuchar su graznido
en
la tarde infernal
las
velas chisporretean mientras algunos
torsos
se contonean en el estrecho lugar
XXXII
La
casa fue perdiendo brillo
en
la medida en que sus habitantes
iban
cayendo uno a uno
Los
muertos pidieron la desocupación
a
los vivos y los muertos de miedo
le
facilitaron el negocio
XXXIII
De
esa casa fea, húmeda y llena de bichos
me
quedan las alergias, los pies de atleta
y mi
soledad acostumbrada
XXXIV
Mi
madre toda alegría ella
un
día no se incorporó más
sólo
alcanzamos a vestirla
con
el vestido de paltó de tiendas Gina
para
que fuera al paraíso bien presentada
Todas
las golosinas que comía con fruición
las
grasas animales que engullía a escondidas
se
fundieron en el formol
de
la pavosa botella que hube de adquirir
aquella
triste madrugada
XXXV
Mi
pálpito de muerte
se
desarrolló en mí desde el clarear
de
la vida
no
esperé la tarde con el sol
en
las espaldas
viejo
saurio de cuello encrestado
que
se asoma a una tierra
a la
espera de la última glaciación
XXXVI
El
síndrome edípico
impide
que surjan las vidas muertas
de
ese calidoscopio
que
es mi existencia
clepsidras
y hepdomarios
puñales
y venenos
recogerán
las historias fosilizadas
de
una cronología sin término
XXXVII
Ahí
yace con flores vencidas
sobre
su pecho recogidas
de forma
nerviosa para la ocasión
una
serpiente abandona su refugio
en
el pedregal soleado
del
abandonado cementerio
XXXVIII
Todas
las vidas de un gato
jamás
emularán mi paso raudo
por
la existencia instantánea
un
murciélago se posa en la mata de
caujaro
esa
ha sido su dieta desde que
columpia
en
el alto techo de la pieza pudridero
XXXIX
Cuando
se vaya la época de las lluvias
con
relámpagos y truenos
que
buscan ponerse por los lados de Aregue
apretaré
los pasos para bajar
los
doscientos gramos de ley
para
así sobrepasar los años matusalénicos
y
orinar en este orbe descuadrado
XL
La
grafía sigue molestando
a
los censores monárquicos del orden
en
una cultura documental
se
desprecia la oralidad y el ingenio
que
pueda albergar un ilota
para
resistir
XLI
Todo
este laberinto de caminos
sólo
conduce al río seco
de
mis pasados afectos
XLII
La
larga y espesa prole
sopesará
esa necropsia existencia
los
insectos se posan
sobre
plantas consideradas
repelentes
XLIII
El
sol cuesta para que se oculte
rayos
que convierten a los sujetos
en
objetos de barro
Del
megaterio al olicornio
hay
un largo trecho
De
los grandes reptiles
surgieron
los chivos
que
ayudan a ser menos miserable
a
esta tierra de los confines del Estigia
XLIV
Qué
hago en tiempos difíciles
sentarme
sobre un pan
sobre
una piedra de moler maíz
o
hojeo un libro de un autor
de
mis afectos
XLV
Transido
de penas y llagas
emprendo
la marcha
a
las profundidades del pozo
sin
brújula ni astrolabio
sólo
un gato negro
y
los dos murciélagos del cuarto
por
compañía
para
retirarme a la dura tierra amarilla
de
mis orígenes
FE DE ERRATAS Y TRISTEZAS
XLVI
Suelo
levantarme de madrugada
porque
ya el cuerpo no puede más
con
ese sueño de dolores musculares
y
comidas pantagruélicas
en
la cena.
A
decir verdad algo me dice
que
tengo que sentarme
en
la mesa del comedor
para
leer el periódico del día
y el
libro acostumbrado
del
rigor y el entrenamiento
cuando
todo se haga tinieblas
vendrán
las desmemorias
y
tan sólo un nieto
recordará
a un viejo maniático
evocador
de cuerpos femeninos
sólo
eso quedará del fundador
de
la estirpe de ocre
y la
resolana
XLVII
Un
cuento es el que soporto en las postrimerías de la vida. Estiro lo más que
puedo esta vida de la rutina deportiva y del deseo. Sólo quiero amanecer con
vida para recoger mis enseres y reiniciar el trabajo inconcluso del día
anterior.
XLVIII
Qué
hace un bicho caminando en línea recta?, repitiendo las marchas de las obesas
y los jóvenes apolíneos. De efebos está
lleno el bazar de la ideología. Cuando termino mi hora de recorrido, respiro
largo y me siento realizado en mi fuero interno; ya que quemé mis 300 calorías
del día.
XLIX
Poseo
un detector de mentiras, con el que me interno en la jungla de los sentimientos
ajenos; prefiero envilecer con abundosas carnes, antes de cometer el desatino
de repetir la noria –que me acompañó- durante estos años desperdiciados.
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